martes, 15 de marzo de 2011

Breves para soñar

Claudia abre y cierra los ojos. Espera. El problema es que todavía no sabe qué. Quizás los otoños fríos serían más felices si ella dejara de llorar a las tres de la mañana. Pero no. Necesita un té. Da vueltas en su cama. Está vacía y tiene frío. El teléfono no suena. Se concentra en los minutos del reloj titilando en rojo. Por fin logra dormir. Las sábanas no la abrazan.
Se levanta y sirve el té. No lo termina.
Sale a la calle y vuelve a sentirse sola entre la multitud. Le molesta el olor a canela y manzana que se percibe en el aire del piso de abajo del departamento. Y cuando ya está en la puerta, un señor de corbata y zapatos la saluda. "Qué rico perfume, soy el vecino nuevo del séptimo C. Buenas tardes". Claudia sonríe con la sonrisa de los que acaban de ganar un premio. "¿Te gusta el té?" Y Claudia ya estaba salvada. Un once de algún mes cualquiera, en invierno; justo cuando los chocolates se van acabando, el reloj de Claudia dejaba de esperar.
A veces se necesita Soledad para que los detalles nos traigan grandes cosas... y se lleven cantidades industriales de té entre algunos besos.

Evelyn Reggina.

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