jueves, 30 de diciembre de 2010

Fin;

Si bien es cierto que un sentimiento se expande en muchísimo más que la simple manía de combinar todas y cada una de las fuentes para lograr el resultado esperado, en revisar palabras irrelevantes para prevenir la más mala reacción, en tratar de burlarse de los miedos para poder desmantelar el alma en un papel, en ese abrir y cerrar de ojos que te asegura -dentro tuyo- que nadie podría hacerlo por vos y en las miles de melodías que a veces, cuando uno no está pensando en nada demasiado concreto, invaden la mente para plantar árboles; hoy se me hace indispensable darle un fin -quizás simbólico- a una de las etapas más hermosas de mi vida.


Porque después de desvelos, después de noches donde no encontrás consuelo, después de miles de preguntas que se van perdiendo en algún hemisferio del cerebro y después de todas las personas con las que te conformas, desquitas y enfermas para tratar olvidar a alguien; recién en ese momento: llega el crecimiento. Es cierto que el libro, al igual que la canción o cualquier material artístico y sensible, quizá pueden plasmar este sentimiento de alguna manera pero es más que claro que la propia experiencia, el propio dolor y el propio placer son los que hacen de uno, una persona más completa (y hasta tal vez más entera). Los sentidos van y vuelven, la gracia es vivir para encontrarlos.


Yo me preocupo por ya no esperar nada de la vida. Porque una vez, algún material sensible me susurró: “No esperes nada de la vida y todo tendrás ”. Y yo; la chica del sombrero, Cielo algunas tardes de soledad y encuentros conmigo misma, Evelyn para los corrientes, Meme para los cariños, Reggina para preferirme y Srita. Decepción cuando me dejo morir: por fin entendí la frase.


En la vida, supongo que sólo hay un amor que te marca para siempre. Todavía no terminé mi vida, pero hoy puedo decir que ese amor sos vos. Son esos amores que te arrancan cuerpo y alma y se llevan un pedacito de vos con ellos. Son los únicos, los que sólo pasan una vez. Los que hacen que todo se vea tan real, que asuste y quieras llorar, escaparte, hundirte, y gritar de placer a la vez.


Y si bien es cierto que una mañana cualquiera, sin premeditarlo, te despertás sintiendo que esa parte vacía ya se llenó de frases, de chocolate, de locura, de música, de puros yos reclamando su espacio: ese amor sigue en vos. Cambió de lugar en la memoria, en el alma, en el corazón. Ya no duele, ya no queja. Ya no espera, ya no siente, ya no dice. Y hasta a veces ya no es. Pero no te olvida... nunca.


Como siempre, en cada una de las partes de este regalo, te recuerdo: que seas muy feliz. Que disfrutes del placer de estar solo, de estar triste. Que extrañes hasta los más mínimos detalles. El hoy está acá: somos todo lo que habita nuestro corazón. Y es por eso que nuevamente, no queda más que sonreír.



Te regala su sonrisa en este papel (desde el ángulo que te haya gustado más mirarla, porque esas son cosas que inusualmente uno comenta) con toda la inocencia con la que algún día te pedí que no me dejes nunca;


Evelyn Reggina.


domingo, 26 de diciembre de 2010

Mrs. Poppy y sus andanzas

Mrs. Poppy y el horóscopo
Todas las mañanas, Mrs. Poppy lee diarios de fechas que se perdieron en el tiempo. Hace una semana, por ejemplo, leyó la sección de espectáculos de algún miércoles veintiocho de febrero de un año bisiesto.
Otras veces sólo se sienta en su sillón a leer únicamente las publicidades. Porque ya saben... para Mrs. Poppy, todo sirve, si hay que quemar tiempo.
Hace unos días, una vecina le comentó que leer horóscopos viejos daba mala suerte. La señora Poppy -que es muy ocurrente- se río preguntándole cuántas veces entonces había leído ella antiguos horóscopos. A veces, Mrs. Poppy no es muy simpática. Ella está convencida de que todas esas supersticiones, la gente las inventa para vivir con algo. Y si por algún motivo lee horóscopos, es claramente para reír sola de la suerte en su sofá.
Hoy Mrs. Poppy se despertó como a las nueve y media de la mañana. Al preparar el desayuno, se quemó la lengua con té y las tostadas se pasaron de tostadas. Poppy ama el dulce de leche. Pero justamente hoy... hoy el frasco está vacío.
Resignada se deja caer en el sofá. Abre uno de sus viejos diarios en la misma sección que había leído el día anterior. Empieza a recordar... sí, la inteligente Poppy se había reído del horóscopo el día de ayer; y hoy éste se reía de ella. Entonces, al darse cuenta, mira asustada a la cámara y un fondo negro anuncia The End.
(Y luego ella, cuando las luces ya no la captan, recuerda a su vecina y sigue ríendo a carcajadas).

Evelyn Reggina.

viernes, 17 de diciembre de 2010

Casa de Cambio de Parejas

-Hola, sí, buenos días, ¿en qué podemos ayudarle?
-¿Me estoy comunicando con la Casa de Cambio de Parejas?
-La misma. Usted trae a su pareja, nosotros la pulimos, mejoramos todo lo que a usted no le gusta y a fin del proceso le devolvemos al usuario con el presupuesto del operativo que podrá abonar en la calle Serrano o por nuestra página de Internet. ¿Alguna duda?
-Ehh... mi pareja, digamos... ehh...
-¿Qué nos quiere decir, señorita? Nuestras técnicas son de lo más ortodoxas.
-¿Christian va a sufrir algún daño? ¿Lo van a lastimar?
-No, no, no se preocupe señora. Mañana temprano, cuando su prometido salga a trabajar, nuestra camioneta lo va a interceptar en el camino. No le vamos a causar muchas molestias.
-Bueno, si usted lo dice...
-Mire que si tiene dudas y no está segura el operativo no se realiza, eh. Es una verdadera lástima.
-No, no, está bien. Perfecto. Mañana será.
Y hoy es mañana. Christian se levanta, besa a su novia que lo mira con culpa y repite la rutina diaria.

-Bueno, si me pide así le cuento. Pero le digo que si no fuera por el berrinche que arman los anteriores pacientes, usted ni se habría enterado. Lo que pasa es que lo tienen que experimentar para entenderlo, ¿vio? ¿Hace falta decir lo que pasó después?
Sí, la camioneta. Pero le aseguro que nosotros ni lo tocamos al pibe, eh. Hicimos lo que hacemos siempre, ¿viste? Dejamos que critique sin fin todo lo que le molesta de su pareja, que en realidad no son más que cosas que no acepta de él mismo y una vez que los identificamos, pulimos esos defectos lo más que podemos. Porque en realidad nosotros no le lavamos el cerebro a los clientes, lo único que hacemos es tratar de que cambien todo lo que la pareja anunció que le molestaba. Nada fuera de lo normal.
Al principio fue fácil, porque eran los problemas básicos: celos, complejos de inferioridad, fantasmas de hace tiempo, la típica, ¿vio? Pero después se complicó porque ella empezó a extrañarlo y llamaba a la agencia todos los días. Nosotros le explicamos que el proceso no tiene marcha atrás pero ella lloraba y decía que justamente eso extrañaba: los defectos de Christian.
¿A vos te parece? Y eso que nuestra secretaria le dijo que si no estaba segura no accediera y qué sé yo... Pff... Bueno, la cuestión es que cuando largamos al pibe era perfecto (o casi), pero te juro, le juro que habíamos podido sacar todo lo malo, lo que a ella la hacía infeliz (o al menos eso pensaba).
Entonces cuando se reencontraron ninguno de los dos se reconocía, ni siquiera recoraban por qué estaban juntos. Y la mina llamaba de vez en cuando para gritar: "¡Hijos de puta! ¡Devuélvanme a Christian! ¿¡No se dan cuenta que no se puede cambiar a alguien!?".
Todo eso le pegó mal a la pobre, pero bueno, qué sé yo. ¿A vos, digo... a usted le parece, che? ¡Eso que le preguntamos, eh! Pero bueno, eso no pasa en la mayoría de los casos, así que quédese tranquila, señora. ¿Mañana entonces?
-Eh... ¿mañana? Bueno, eh... sí, creo que mañana.

Y la historia, en la Casa de Cambio de Parejas se repite. Sigue igual. Mientras un cartel en la puerta anuncia: "Sólo para los necios que todavía no aprendieron a amar de verdad". Nada nuevo bajo el Sol.

Evelyn Reggina.

sábado, 11 de diciembre de 2010

Mrs. Poppy y sus andanzas

Mrs. Poppy en el amor
Mrs. Poppy nunca tuvo un amor. Ella dedicó su vida a escuchar la radio en una sintonía que no le mentía nunca y a regar el jardín una vez por semana. Todos los días hacía un espacio para sentarse en la plaza a ver las estaciones del año pasar.
A veces, por la tarde, salía a ver cuántos grafittis había en las paredes de la ciudad. Si llovía, se iba pisando los charquitos con sus alpargatas -generalmente azules-... y si hacía Sol, entonces salía sin sus gafas (porque a Mrs. Poppy siempre le gustó el achinar de los ojitos que miran fuerte la luz).
Algunos días de verano disfrutaba de un delicioso helado de uva mientras se divertía viendo el caminar de las palomas en el parque. Si nadie la miraba, entonces Mrs. Poppy reía a carcajadas. Pero si sólo una, una sola persona se atrevía a mirarla; entonces Mrs. Poppy se cruzaba de piernas y fruncía el ceño. A ella nunca le gustó la simpatía. Mrs. Poppy vivía diciéndose: "Es una falta total de estética".
Hasta que un día, como por arte de magia, algún Mr. Steph se le sienta a su lado en la plaza... aproximadamente a las tres y cuarenta y cinco de la tarde (con tres segundos). Y entonces ya no tiene tiempo para salir a contar grafittis. Si se sienta en una plaza, ya no está sola: está acompañada de un señor simpático y con bigotes que ríe de todo (¡y cómo ríe!). Los días de lluvia los pasa dentro de su casa -con alguien que le acaricia las mejillas- y es feliz de tener otra sombra con la cual jugar en el suelo los días de Sol. Es cierto que ya no disfruta de helados de uva, ni de las palomas en el parque. Pero se consuela diciéndose: "Algún día, el amor, me iba a llegar". Y así, todas las noches se dispone a sonreírle a la cámara y cerrar la ventana de su habitación... porque a Mr. Steph no le gustan los rayitos de Sol por la mañana, ni tener que achinar los ojos, pero ama inexplicablemente la forma en la que Mrs. Poppy, al despertar, sonríe por tenerlo a su lado.

Evelyn Reggina.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

Jorge

Una taza de café. Cuarenta y cinco años. Tres hilos en su pantalón. Dos hijos. Un televisor en el living. La heladera. El televisor que se prende en la cocina. Su esposa Claudia. Cheques a cobrar. Miles de expensas por pagar. "Pá, ¿me das plata?". Un sueño. Tres cucharitas de té. El escritorio, las hojas, un libro virgen de lectura. Recordatorios, compromisos. Cuatro lápices sin punta. Ningún sacapuntas. La hora del almuerzo. Su secretaria. Su auto, el teléfono. Un maletín. El noticiero de las ocho, comida recalentada. Revistas, un diario de domingo, dos biromes. Una vela, dos velas, tres fuegos. Un equipo de fútbol, su cepillo de dientes. El boxer que le regalaron para Navidad. El mes de febrero. Su programa favorito en la tele, el asado de los domingos.
Su madre acá y su padre allá. La alfombra, un florero y el control remoto de un avión que tenía de chico. La computadora, la estufa, la mesa. El celular que suena, clientes inaguantables. Una naranja, una almohada. Sus camisas y sus corbatas. El vaso de agua, el mate y a veces hasta vino.
Quince mil kilómetros, un documento importante, una hipoteca. Su juego de mesa favorito, el jabón con el que se lava antes de ir a trabajar. El ruido del lavarropas, el perfume a bebé. Una cama matrimonial, sábanas que más que agradar... le desagradan y el porcentaje de su salario anual.
El banco, la cajera, su casa, sus puertas, el auto, el ruido del motor a la mañana, los chicos, los pedidos, la plata que nunca le sobra y entre tanta rutina: mucha, pero mucha... Soledad.

Evelyn Reggina.

lunes, 6 de diciembre de 2010

Tres Segundos

Caminando por un asfalto que los zapatos de Victoria todavía no conocían, quizás perdiéndose en las luces que la molestaban haciéndole cerrar los ojos. La puerta de su casa abierta (ella ya corría) y Victoria gritando de miedo porque su madre nunca le recordó lo mucho que valía. ¿Podría un día cualquiera descubrirlo en la mirada de otros ojos con sus mismos miedos o se perdería en la oscuridad de la noche que hacía sustantivo su Soledad y le comía la cabeza de a pedazos?
Victoria nunca fue de larga meditación. Ella prefería el té con dos de azúcar, las tardes iluminadas por el Sol y los tres segundos antes de besar a alguien.
A veces dedicaba unos minutos a observar cómo las gotas de la lluvia caían y rebotaban en las hojas. Ella tampoco soportaba los susurros que a veces le impedían ser feliz.
No tenía color favorito y desayunaba todas las mañanas su cereal predilecto, mientras alimentaba a su gato que aún no tenía nombre.
Todo en la vida de Verónica resultaba normal... hasta que Emiliano la interrumpió en unos cuantos tres segundos. Entonces los tés ya se hacían cafés y las tardes eran más noches que otra cosa. Pero a veces hay que intentar respirar un nuevo aire si se quiere ser feliz. Y ella, que jamás dejó de buscar su felicidad en los frascos de galletitas o en los buzones de casas ajenas, se encontraba perdida en la ciudad de Montmartre (tal vez debajo de algún techo cubriéndola de la lluvia) y su alma gritando de alegría.
Sucede de repente, en sólo tres segundos... ¡tres malditos segundos! Una persona cualquiera, sí, la menos esperada... aparece para dejarte marcada. Y si sos una Verónica cualquiera no te vas a negar (y mirá que en Francia existen muchísimas Verónicas).
Entonces ring o toc toc y ya está él tiñéndose en su sangre, purificándole los pulmones, volviéndose indispensable. Y el rock o la música clásica (que no eran más que temas de conversación para cuando no se besaban) más las sábanas, los tragos, el miedo, los gritos y toda esa magia a la que algunos llaman amor.
Pero Emiliano no buscaba su completud. Emiliano estaba harto de su Soledad y sólo se consolaba en donde podía.
Quizás por una cuestión de tiempo y de lugar, Verónica ahora estaba caminando (o corriendo) por una calle desconocida en la que sus lágrimas caían desesperadamente y la cegaban de una realidad que no podía (ni quería) ver. Él la había dejado. Sin encontrar respuestas ni verdades corrió hasta caerse. Lo último que su cabeza escuchó fue un fuerte ruido similar a una bocina. Su corazón tardó tres segundos más en morir... quizás los mismos tres segundos restantes en los que Emiliano se despertaría, en su pijama color beige, para salir a ver el Sol.

Evelyn Reggina.

miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Quién sos vos para juzgar a Cielo? (Cielito Sabe)

Cielo es rima, muchas veces antipática. Cielo llora cuando le gritan, es una tragedia hecha luz.
No busca problemas, porque le gusta pintarse las uñas de negro y echarse a andar. A veces la oscuridad le da miedo. Gente gritando horrores aparece dibujada en su cabeza.
Le gusta que le acaricien el pelo y le indigna que se rían de ella. Cielo es una infantil: jamás muere la niña que lleva dentro. A veces, si es que los tontos miran (nunca miran) le gusta similar ser normal. Pero... Cielito sabe.
Cielo se enamoró una vez nada más. Y empezó a escribir esto porque le rompieron el corazón. Pero siempre le gustaron las manualidades, así que tomó pegamento y lo fue arreglando... sola.
Ella siempre piensa para sus adentros: "Es lo mejor que pude hacer" pero yo creo que en realidad es su mente y no su Alma la que habla.
Cielo busca amar infinitamente, le gustan las palabras Equilibrio e Inexorable y escribir en cursiva. Nunca termina lo que empieza. Es vengativa, le encanta leer.
A la noche, en la oscuridad de su cuarto, a veces escucha música y llora con fuerza. Pero ya todos lo sabemos... Cielito es tragedia.
En el colectivo, le gusta hacer reír a la gente. Cielito sabe que no todos hablan bien de ella... Cielito sabe. Sabe porque es feliz con poco, porque le gusta sentarse en la plaza a esperar que le pasen las mismas historias que ella escribe. Y -justo cuando se da cuenta de lo que hace- se ríe para adentro (o muy para afuera) porque a Cielo no le importa que la vean.
Cielo se sigue esperando, te sigue esperando y a los segundos entiende que a ella no la esperan. Pero Cielito no llora, porque recuerda y porque sabe. Cielito sufrió, Cielito sabe.
Entonces le gusta el jugo de naranja no más que el licuado de durazno y lleva billeteras de señora grande.
Disfruta del viento que roza su cara y no comprende por qué hay gente con tanta maldad.
Sueña con poco: globos rojos, noches largas y mucha azúcar en la sangre. No te preocupes si nadie la quiere consigo: porque ella se ama como nadie. Cuando se siente muy sola, le gusta acariciarse, sonreírse y pensar que ella nunca se va a abandonar.
Necesita bañarse antes de dormirse y, antes de envolverse en sábanas, se perfuma para sentirse limpia.
Cuando el mundo le da vueltas se encierra en el lugar favorito de turno y respira profundo varias veces, esperando la respuesta a todos sus problemas. Y entonces se ríe y aprende a esperar. Porque Cielito sabe. Sabe que la vida no espera y los trenes a veces se van. Y tiene dudas de si es mejor que el suyo no se haya ido todavía o por qué desea de una vez por todas que se vaya.
No entiende por qué nadie dura demasiado a su lado y se pregunta si algún día Lucy bajará del Cielo con diamantes.
A veces, a la mañana, se pierde en el sueño especulando los minutos para despertar. La mayoría de las veces busca el significado de sus sueños... la otra minoría sólo los olvida.
Cielito no recuerda fechas, nombres y a veces se olvida de detalles esenciales. Pero no disimula.
Hay veces que se sienta a escribir para no sentirse tan sola. Todos tenemos nuestros momentos de Soledad, ¿no? Cielito sabe.
Le gusta recostarse en el pasto y recordarse que para ver la luz, tiene que conocer la oscuridad. Hay nombres, caras, palabras o sonidos que la hacen temblar.
Su color favorito es el amarillo y a veces, si es que nadie escucha, susurra palabras sin destino.
A Cielo le gustan las mariposas, los malos recuerdos, lo abstracto, molestar a las hormigas y morderse las comisuras de los labios.
Muy pocas veces se pregunta el sentido de su vida, pero créanme que en el fondo... Cielito sabe. Y si se acuerda, es capaz de amar con toda su alma. Pero es muy despistada, necesita de alguien que le ayude a recordar.
Lo que Cielito no sabe es por qué todavía nadie se dispuso a mirarla en vez de verla, a darle la oportunidad de sentirla. Pero sentirla con fuerza. Sentirla de verdad. Sentirla y nunca soltarle la mano.
Y, entonces, sin más, sonríe y deja de escribir. (Porque Cielito sabe... Cielito sabe).

Evelyn Reggina.

martes, 23 de noviembre de 2010

Costumbres de a dos

A la tarde, justo cuando se pone el Sol, Natalia sale a disfrutar del viento. Entonces se dirige sonriente al parque de siempre, esperando ver algo que le llame la atención.
Se pasa el día esperando en un banquito del parque, mientras se ríe de cosas que le pasaron.
A veces se queda un buen rato observando a los nenes con sus globos. Otras simplemente intenta no pensar tanto en todo aquello que le hace mal.
A la noche, Daniel intenta sobrevivir al insomnio. Vive preguntándose por qué, comiendo mal y fumando de más. Le gusta ver el noticiero sólo por costumbre y toma café siempre a las tres.
Ella toma té y le encantan los chocolates con menta. Cuando nadie la ve, se pinta los labios en público. Él es coleccionista de postales, no conoce el mar y está triste.
Pero hay algo que tienen en común... A la tarde, justo cuando se pone el Sol, Daniel sale a disfrutar del viento. Entonces se sienta al lado de una muchacha que le pregunta su nombre. Y él sólo le responde porque hace tiempo que no ve belleza tal.
"Daniel, ¿vos?" "Natalia". Ahí es cuando, mágicamente, dos corazones se acomodan para fundirse. Y todas sus costumbres, felices y no tanto, ya no están solas: Ya son de dos.

Evelyn Reggina.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Oscureciendo (algo así como mi tristeza).

Café con leche. Sentirse sola. Que se corte la luz. Tarta de espinaca y acelga. El ruido del telgopor. No saber las calles. Los gritos. Contaminación auditiva. Tus cartas. Algunos perfumes. Serpientes. Arañas. Matemática. Oscuridad. Mentiras. El polvo de otoño. Esperar. Esperar. Esperar. Que se me caiga la lapicera. El agua muy caliente en verano. El perfume a tilo. Las calculadoras. Las persianas cerradas. Cortar algodón. Ver gente llorar. No poder dormir. Algunas marcas del pasado. Que no se esfuercen por ser mejores. La falta de reciprocidad. Ancianas quejándose. Mamás quejándose. Que me pese el acolchado. El maquillaje después de llorar. Las fotos desenfocadas. Algunos finales abiertos. La generalización. Preocuparme de más. Leer sin leer. Golpe de una puerta. Los domingos de lluvia. La película que antes amaba y ahora me aburre. El helado de chocolate. No seguir viendo Hey Arnold. La vida es bella. Alguna que otra canción. El caramelo quemado. Que se arrugen mis dedos. La grasitud de la piel, el olor a nafta. Las críticas que no aportan, la gente que está de más. Los necios. Chupetines de limón. Despertarme muy temprano para ir a inglés los sábados. Que no me llames. Que casi nadie me llame. El ruido que hace el teléfono de mi cuarto. Que todo vuelva cuando ya no lo querés. El anonimato. Vacío. Una hoja sin renglones en blanco. El humo del cigarrillo. La indiferencia. Vos, ellos... acá y allá. Pruebas de físico química y la gente que toca un instrumento sólo para aparentar. Decepción. Y, la peor, la tristeza que me producen los que quieren destruir sueños.

Este texto fue escrito en mi cuaderno el día: 30/08/10.
Evelyn Reggina.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Preguntas II

¿Cómo puede vivir una persona después de matar a alguien? O acaso, ¿qué se siente tres segundos después de ejecutar un arma? ¿Vas a volver? ¿Por qué me cuesta tanto soltar el pasado? ¿Por qué nadie pide permiso para domesticarme? ¿Somos todos apariencias? ¿Todas las personas que creo únicas se escaparan? ¿Qué sentirán los Cd's adentro del equipo de música? ¿Cosquillas? ¿Quién quiere compartir aunque sea un Sol conmigo? ¿Qué creerás que siento? ¿Cuántas personas en el mundo pueden ver con mis mismos anteojos? ¿Por qué sigo escribiéndole a alguien que no me lee? Si yo me muero mañana, ¿me llorarías hoy? ¿Por qué fue chocolatada la última vez? ¿En qué pensás cuando no podés dormir? ¿Por qué me pone contenta reconocer perfumes? ¿Serás como te sueño? ¿Nada es para siempre? ¿Por qué espero si nunca supe esperar? ¿Por qué hago preguntas que sé responder? ¿Un libro te cambia la vida? ¿Acaso es fácil para vos mentir? ¿Cuántas lluvias vas a pasar sin mí? I fall asleep./

Evelyn Reggina.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Ese espejo a las 4 a.m.

Y va caminando por Nazca, mientras los semáforos cambian para nadie y el sol va saliendo.
Está solo. Solo y agotado. No hay nada que él pueda hacer en la mañana de un sábado, considerando que su corazón aún está roto.
Entonces llega a su departamento, pone agua a calentar y se sienta en el sofá. Hace frío, pero casi nunca se le da por abrigarse.
Sirve el té y se dispone a tomarlo en soledad, algo pensativo, quizás esperando que el teléfono suene. Pero no suena.
Y prende el televisor, abre la heladera, lee el diario y se sienta en el sillón. Lo mismo tres veces: como una especie de rito que se repite en una película. Se cansa. Vuelve a dormirse. Como no puede soñar, algo lo despierta.
Va al baño, se encuentra en el espejo. Llora, no se reconoce. No se acepta ni se reconoce. Entonces se frota los ojos con desesperación, como si ese hecho fuera a marcarle la vida.
Ya llevaba más de tres años en Soledad y todavía no podía aceptarse.
Quiere romper el espejo pero se detiene. Mira el reloj: Sábado 4 A.M. Y la historia se repite.
Entonces va caminando por Nazca, sin esperar comunicarse con alguien, pero su mala predisposición le hace atraer lo desconocido.
Rubia, alta, pelo largo, tez blanca. ¿Qué hacía caminando sola por Nazca a las cuatro y cuarto de la mañana? Nada más sencillo que esperarme.
"¿En qué calle estoy?" dijiste. Y mi corazón se aceleró. Estabas tan linda, tan pura y tan inocente. No pude evitar enmudecer. Te reíste. Reaccioné. "En Nazca, ¿caminamos juntos?". "Sí, hace frío...". Te di mi campera y empezamos a hablar... hasta que apareciste en mi departamento Esa mujer rubia y alta estaba durmiendo en mi cama. Y me daba una paz indescriptible.
Y entonces me despierto y miro por el mismo espejo con los ojos idos y llorosos. Y de repente te levantás y te veo ahí, en el espejo, detrás de mí, algo dormida. Me asusto, pero vos sonreís... y yo lo voy entendiendo todo en tu sonrisa.

Evelyn Reggina.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Días, minutos, años. Espera.

Y esta espera que no es más que el no saber, que el ya no verte y que quizás jamás, quizás alguna vez.
A veces es la misma Soledad la que me lleva a encontrarme (y así encontrarte) y aunque todos mis escritos vayan inconscientemente a vos, hoy no tengo nada más con lo que soñar.
Sí, tengo tres lapiceras, dos sueños en vías de cumplirse, mi personalidad distorsionada para Vos y tu perfil de mujer inolvidable. Hoy no soy más que un hombre que, todos los días, te espera en la misma esquina.
Soñando que, ni bien tu mirada me reconozca, corras hacia mí y me digas: "No sabés cuánto tiempo te he estado esperando".

Evelyn Reggina.

Si Cielo se enamora

Te amo porque me vivís, me recorrés.
Te amo porque sos la única persona que sé amar.
Te amo porque te metiste en mí y no te logro sacar.
Te amo porque sos Cielo, tus ojos son Cielo.
Te amo porque desde que te fuiste no hay día que no aparezcas en mí.
Te amo porque todavía sigo esperando que vuelvas. Vas a volver. Te amo.
Y después se despierta, toma café e intenta recordar su sueño... pero no puede.

Evelyn Reggina.

martes, 2 de noviembre de 2010

Ana en Soledad

Cada vez que suena el despertador, Ana desea regresar tres años atrás. No se da cuenta que cada día que pasa, es un día más que se suma a esos tres años de entera soledad. Soledad que a veces la aprieta y otras sólo la sume a una fusión que la recorre: a veces quieta, a veces hambrienta... pero nunca intensamente en paz. Y eso es lo que ella busca, entre lágrimas, encontrar.
Hasta que un día alguien se recuesta en su hombro, esperando verla sonreír. Y la acaricia mientras ella se enciende y estudia cada gesto que sale de su rostro. Entonces comienzan a amarse. Y Ana ya no llora. Ana aprendió a reír. Ana espera que todos los días su suerte cambie con un olor en particular. Ya tiene un Alma a la cual cuidar y sanar. ¿Qué más puede pedir? Ya su cielo tiene color y sus pasos van siendo música porque ya no está sola. Aora puede descubrirse cada vez que alguien le dice lo hermosa que es. Puede quererse, puede apreciarse y puede gustarse. Hoy el mundo le vuelve a dar motivos para reír, para proyectarse, para disfrutar. Hoy su alrededor explota de un amor que hace latir su corazón, mientras alguien le besa la mejilla.
Y entonces suena el despertador. Ella mira a su alrededor. Vacío. Un enorme vacío que, desgraciadamente, sólo en sueños podría llenarse.
Adolfo ya no estaba... y la parte de la cama que le correspondía, seguiría sin arrugas.

Evelyn Reggina.

Felicidad

No había nadie que le hiciera compañía. Entonces el chico que reparte los diarios, la chica que camina con auriculares, él -que van con rosas-, ella que no conoce el Amor, la nena que se ríe en la esquina, los que van de la mano, el nene que toma helado en la plaza, la chica que llora en la puerta de su casa, el anciano que respira aire fresco desde su ventana, la pareja de desencontrados que se buscan sin verse, la mujer que espera el colectivo y el hombre que espera a esa mujer veinte cuadras siguientes, los padres que persiguen el globo del nene que se perdió, las cinco o seis personas que van dentro del auto rojo que acaba de pasar, la mujer que se acaba de bajar de un taxi, el que camina rapurado con un maletín, los que se olvidaron de soñar, ella que hace media hora discute por teléfono, él -que no le corta a su novia para seguir diciéndole que él la ama más-. Y entonces, sin casi darme cuenta, pienso: "Tanta gente y yo buscando, deseando y necesitando sólo una para ser feliz".

Evelyn Reggina.

lunes, 25 de octubre de 2010

Mi felicidad (28/08/10)

Una tarde de verano. Cinco pesos de Sugus de Damasco. Las plazas. El aire en la cara. Una foto, un mensaje. Piano. Que toquen para mí el piano. Las flores. Un perfume. La sonrisa de la nena en el colectivo. Veo, veo... ¿Qué ves? Frases. Algunos ojos. Jorgito Drexler y Juana Molina. El higo de tuna (si lo pela mi abuelo). Una caricia. Las fiestas los domingos. Verte después de meses. Encontrarnos por la calle. Cantar frente al espejo. Comida chatarra y mucho chocolate. Sueños. Mi remera favorita. Postre Balcarce. El lunar en mi boca y el lunar de tu cachete. Lluvia. El mismo lunar. La esquina de Segurola. El frío de invierno helándome la cara. Otra foto. Cortázar. La revista de todos los meses. Las repisas con libros. Sacarme los zapatos. Caminar descalza. Cocinar galletitas de limón. Tener a alguien a quién atormentar. Aprender a andar en bici a los quince. Recordar vacaciones y viajes pasados. Las papas fritas Pringles. Las casuales conversaciones con desconocidos en la calle. La llamada de cumpleaños que menos esperabas. La casa de mi nona. Shopping vacío de gente. Llorar en el cine. Abrazos cuando el mundo se cae (y cuando no). El helado de frutilla a la crema. La gente fría que se esfuerza por querer. Sonrisas. Una película europea que encontrás haciendo zapping. La parte de abajo de mi casa. Vivir. Lápices de colores. Aprobar matemática. Ver lindas zapatillas. Diseño gráfico. Alfajor Águila. El timbre del recreo, las sábanas frías. Verme reír. Tomar bebidas frías. Terminar bien las relaciones. La mayonesa. No ver televisión. Dispositivos de audio. Gente de mi edad que lee e intentan pensar por sí mismos. Amorosa Soledad, Amelie y Tu vida en sesenta y cinco minutos. Las montañas. Los sueños de cuando era chica. Saber que no me escapo de la realidad. Jugar a pensar qué estará haciendo otro en Canadá (mismo momento, distinto lugar). Los vestidos. El color blanco (y el negro). Prohibido suicidarse en primavera. Las mariposas. La inocencia de una nena de cuatro. Darte una mano. Soñar despierta. Las gomitas de anís. El olor de un libro prestado. El perfume de cada casa. El 85. Llevar el pelo corto. Remontar un barrilete. ¿Querés ser mi amiga? y poder volver a creer. Las buenas frases. Que mamá cocine carne a la Coca-Cola. Acordarme de X y yo caminando por alguna calle que no va a volver pero que fue, fue, fue. El olor a birome y el segundo en que la tinta se seca en la hoja. Que toda la gente que te rodea tiene su historia y es un mundo. El color rojo, pintar las paredes de mi cuarto. Que todo pro y todo contra y los besos en el cachete. Correr, saltar. Despertarme y recibir un mensaje especial. Dormir escuchando música. El nombre Cielo, Alma, Valentín y Almendra.
El cine europeo. Los detalles. El perfume que te trae a mi memoria y yo luchando contra Vos, VOS y vos para ser feliz. Mi motorola U9. Libros con sentido. Jean Paul Galtier.
Coleccionar momentos. La risa. Acordarse los sueños. Conocer gente que nutre el alma. Caminar sola, reír sola y hablar sola. La chocolatada. Jugar juegos de mesa. Que me mires. Querer... Soy feliz.

Evelyn Reggina.

Preguntas sin respuestas (o con)

¿Se puede depender siempre de una fuerza mayor? ¿Cómo iba a saber Ana que Germán la engañaba desde un principio? ¿Sabrán las flores lo hermosas que son? ¿De qué me sirve física? ¿Por qué nos sentimos más seguros si la división da resto cero? ¿Por qué nunca me dedico a abrir la puerta de mi Alma? ¿Qué pasa con lo que hacíamos y ya no? ¿Cuánto tiempo tarda en sanar un corazón? ¿Saldríamos adelante si nos animáramos a mirar atrás? ¿Por qué los domingos nos deprimen? ¿Por qué la gente no soporta la anormalidad? ¿Cuántos libros se puede leer en un día? Si todo el mundo tomara los dos litros de agua debidos por día... ¿nos quedaríamos sin? ¿Cómo hay gente que sale de su casa sin perfumarse? ¿Todo vuelve realmente? ¿Por qué la gente se empeña en creer que el amor es un sentimiento mágico que no se elige? ¿Girar es un defecto? (Me río) ¿Por qué la gente muere buscando la felicidad? ¿Por qué creen que viven buscándola? ¿Sos feliz? (Barra de finalización).

Evelyn Reggina.

Me encantás

Como si nada pudiera importar, como si no fuera a morirse la parte de mí que está en vos, como si jamás volviera a no poder dormir, como si tus palabras fueran eco en mi cabeza, como si mi única necesidad fuera extrañarte un poco, como si tu sonrisa repique en mi Alma, como si la felicidad llegara sola: Me encantás.
Canciones que suenan en el corazón, no son más que cuentos que uno no quiere contar por sí mismo. Clara situación de amor: no se puede seguir así. El Alma tiene puertas que muy pocos te pueden abrir. La necesidad de extirpar tumores, la definición de una palabra en el diccionario y el hervor del agua cuando llega a cien. Y entonces llovés. Llovés cada vez más y no encontrás nada que te motive a andar.
Hasta que la vivís, la transitás, la sufrís. Aparecés. Te veo, te toco, te huelo. Llegás a mí. Me susurrás cosas que no entiendo. Pero tu voz me gusta. El tono que usás me gusta. Me encantás, me vivís, me recorrés, me encendés. Me encantás, me reís, me querés, me iluminás, me enloquecés. Me encantás.

Evelyn Reggina.

lunes, 27 de septiembre de 2010

Desde esta ventana

Recorrió con su mirada toda la habitación. El living. Colillas de cigarillos en el piso, las cortinas salidas, botellas de alcohol. Siguió camminando, mientras esquivaba con cuidado la ropa en el suelo.
Llegó a la cocina, se sirvió un vaso de agua. Miró unas fotos que había imantadas en la heladera y sonrió con lástima.
Dejó su vaso y se dirigió a la habitación. La cama deshecha, los muebles abiertos. Pastillas sobre las sábanas. Dio unos pasos. Y allí estaba. Su cuerpo desnudo en el piso, pálido ya de penas. Al lado de la cama, se encontraba la muerte. Son esas imágenes que nunca van a poder borrarse de la memoria.
Ella se sienta, llora y sus años la hacen desesperar. Yo, que desde esta ventana lo estuve viendo todo, no tengo el suficiente valor para explicarle a la madre por qué su hija se suicidó. Y seguirá toda su vida buscando respuestas en las sábanas, en los muebles, en las botellas y en los libros.
Pero nunca va a recordar que cuando María la necesitó, ella nunca estuvo. Y recoge sus bolsas y mete un poco de ropa que iba a pedirle prestada. Me mira por la ventana y yo le cuento en mi mirada que gran parte de la culpa es suya. Y luego dejo de mirar.
Entonces ella no se preocupa y se va, tratando de dejar todo en su lugar.
Pero no entiende que yo, desde esta ventana, ya lo he visto todo.

Evelyn Reggina.

martes, 14 de septiembre de 2010

La realidad

Prometió esperarlo toda su vida. Pero él nunca volvió. Y entonces cada noche mira su foto. ¿Dónde estará? ¿Cómo se verá la luna desde su ventana hoy? ¿Se habrá vuelto a encontrar con mis cartas en su cajón?
Cada mañana me sentaba en el umbral esperando que pases y sonrías. Y, a veces, hasta te mandaba cartas esperando respuestas. Pero nunca llegaban.
Por la tarde iba al mismo cine al que íbamos juntos y más de una vez me pareció verte. Pero nunca te acercaste.
A la noche siempre te escribía. Pero jamás me animé a publicar algo de eso. A veces cenaba pensando que vos estabas ahí, en la silla de en frente, hablándome de política. Antes de irme a dormir, comía los mismos bombones que solíamos tomar de postre juntos y dormía abriendo tu lado de la cama.
Lavaba tu ropa, la secaba, la planchaba y ordenaba por color tu lado del placard. Almorzaba lo que te gustaba comer los viernes y a veces hasta terminaba las historias que habías comenzado a escribir pero no llegaste a terminar.
Cuando me sentía sola, me ocupaba de llenar tu espacio con almohadas y ver nuestra película favorita.
Pero un día en un papel... "Hace más de un año que falleció Hugo, ¿cuándo te vas a dar cuenta?".
Y entonces mi película y tu cine y la comida, las sábanas, la ropa y el placard, la política y los bombones... todas estas imágenes pasaban por mi mente... y se iban perdiendo. Te ibas perdiendo.

Evelyn Reggina.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El sueño

Para ese entonces ya están dormidas. Se secan los miedos, se entalcan de paz y se van a dormir.
Entonces entran en la fase REM del sueño. Y van caminando por un bosque oscuro, muy oscuro, donde nada de lo que dicen puede ser escuchado. Y aparece el Alma de los que las rodean pero ya no están. Segundos después, se cae aquella a un pozo profundo. Pero sólo una de ellas puede salvarla. Entonces empieza a gritar... pero nadie la escucha. Patalea, llora y grita. Nadie escucha. Y las lágrimas se convierten en un polvo que la eleva y puede subir. Eran unos tres metros bajo tierra pero ella, con su pequeña altura, se sentía morir allí abajo.
Su compañera se lamenta por no haberla podido ayudar. En eso aparece una tercera, que anuncia que el mundo se va a terminar mañana. Lleva una serpiente en su cuello y corre hasta empujarlas a las dos al pozo.
Entonces les da miedo y dan vueltas hasta que se despiertan. Pero, para ese entonces, están tan concientes que no recuerdan nada. Y no pueden decirse que, por alguna extraña razón, las tres soñaban lo mismo.

ADJUNTO: Significado de los sueños:
-soñar con serpientes es presagio de problemas provocados por la mentira, el engaño y la traición.
-soñarse en la oscuridad durante un paseo significa confusión mental.
-soñarse cayendo a un pozo anuncia desgracias.

Evelyn Reggina.

Gracias (de él a ella o ella a él)

Y entonces te agradezco. Porque si vos no hubieras sido como fuiste conmigo, yo no podría ser lo que soy hoy. Y puedo darme una oportunidad.
Y crecer y creer, insistir y volver a sentir.
Gracias, porque de no haber sido por vos, que me cortaste las alas: hoy no podría volar con unas nuevas. Gracias por las huellas que duelen pero recuerdan que no voy a volver a caer. Gracias por todos los besos que a mí me negaste: pude almacenarlos y guardarlos para otra persona. Gracias por la cantidad de palabras horribles que usaste conmigo: ya sé que cortan... no las puedo usar con nadie. Y por último gracias por todo lo bueno que me llevo de vos, por toda la enseñanza que guardo y el deseo que llevo de que en un futuro, seas una persona mucho más creativa, maravillosa, sana y por sobre todo empática... que la que fuiste conmigo. Gracias... porque me asesinaste, pero ahora sé que YO soy quién puede revivirme.

Evelyn Reggina.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Nunca es igual

Cuando creo que no se me ocurren ideas para escribir, una canción me dice mil palabras que generan pensamientos y entonces te mando un mensaje y me dispongo a llegar a casa y escribir.
¿Por qué nunca es igual? Separarse de un país, de una casa, de una persona, de un olor, de algo que nos dé vida... es un duelo.
Cuando volvemos a acercarnos a esa persona, a ese momento, a ese lugar: ya no es igual. Porque nada es estático. Todo se va transformando y nunca va a ser igual.
Lo que fue ya no es más y lo que ahora es ya no será. Las cosas nunca son como eran.
Porque todo crece, todo muta y todo suena. Quizás las situaciones sean las mismas, pero nosotros no y entonces ya no es igual.
Decía Heráclito: "Imposible bañarse dos veces en el mismo río. Ni el río trae la misma agua ni yo soy el mismo". No se puede explicar mejor.
No podemos agarrarnos de nuestro pasado, esperando volver o que vuelva... porque simplemente no es ni será igual. Todos los días falta una pieza diferente en el rompecabezas. Depende de quién nos rodeamos para ver quién coloca las piezas faltantes y es por eso que cada día tiene otro color.
Es cierto, el proceso siempre es el mismo: cae la oscuridad de la mano de la noche y luego sale el Sol... pero en esa oscuridad yo crecí; ahora soy diferente. Y nunca, pero nunca será igual.

Es todo por hoy...
Evelyn Reggina.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Afuera: llueve.

En el asiento de atrás hay una mujer pelirroja, de nariz punteaguda y ojos verdes. Algunas pecas, saco marrón y ojos verdes. En su mano: un libro. "Veronika decide morir" de Paulo Coehlo. ¿Cómo había llegado una mujer de unos cincuentitantos a optar por esta literatura? Y por ahí, en sus ojos, en su pelo y en su rostro se logra ver su historia.
Lo amenazada que se vio en su adolescencia, la falta de respeto constante de sus hijos hacia ella y las arrugas de la compañera de oficina que le recomendó el libro. Lo lee sin atención y parece como si quisiera que el libro la ayudase. Entonces sube rápidamente la mirada hacía mí y no tengo otra opción que desviar la mía hacia la derecha.
Desde esta derecha, veo a una chica de unos quince años. Pelo largo, zapatillas Converse, jean y remera de marca. Sería un adolescente "tipo" que debe estar yendo a la Cultural Inglesa, mientras le manda mensajes de texto a su novio de turno explicándole cuánto lo quiere. Quizás minutos antes había discutido con su madre por cosas "tipo" como no ordenar su habitación. Y ésta, arrepentida por los gritos e insultos de más, la habría llamado pidiéndole perdón.
Y entonces sube otra persona. Un hombre de unos cuarenta años, bien vestido y con pinta de vendedor. En su llavero está el imán de una zapatería así que, si nos fijamos en sus zapatos perfectamente lustrados, podemos deducir que vende zapatos en una zapatería de la calle Jonte.
Él se dedica a mirar a la señora del fondo con el libro en la mano.
Quizás porque de las cinco personas que habían allí, era ella quién se acercaba más a su edad.
En el medio hay un muchacho de unos veintitantos. Sus anteojos y su simpleza al vestirse me dicen que es un estudiante, quizás de computación, o todo lo contrario. Su teléfono suena pero él no lo atiende.
Esto llama la atención a la señora, al hombre y a la chica, que miran esperando que atienda.
Él mira y se ríe, como descubriendo un chiste dentro suyo. Seguramente lo increíble de que casi nadie quiera comunicarse en el colectivo -ni siquiera para decir que atiendas el teléfono-, le causa una particular gracia.
Pero hay alguien sentado detrás suyo. Todavá no puedo definir su edad, pero aparenta unos treinta años. Quizás menos.
Tiene flores en su mano y no deja de llorar. no hace falta ver las lágrimas: con las flores caídas ya sabemos que alguien lo dejó y está haciendo su duelo. Por su expresión parece que éste va a durar meses, quizá un año. No creo que más que eso.
Su sweater celeste, azul en algunos sectores por las lágrimas y su jean limpio, con aspecto de nuevo, muestran que se había preparado para ver a alguien especial. Claramente lo habían dejado.
Y entonces la chica de las Converse lo mira y a él le da verguenza así que se voltea para el lado de la ventana y yo ya no puedo verlo.
¿Y yo? ¿Dónde estoy? En el colegio, con frío, habiendo terminado recién una prueba de inglés y soñando con un colectivo. Afuera: llueve.

Evelyn Reggina.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Los miedos

Ana tiene miedo de esperar. Santiago no se quiere enamorar. Juana teme a las señales y Federico a las serpientes. Nicolás al compromiso, a las arañas, al color negro. Ricardo a envejecer, a los payasos, a cambiar. Natalia tiene miedo a la felicidad y Enrique teme no encontrarla nunca. Juan Cruz no se puede dormir: le tiene miedo a los recuerdos.
Evelyn tiene miedo de morir y Eugenia tiene miedo de sufrir. Pablo tiene miedo a ser papá y María le teme a cosas que nunca le van a pasar.
Luciano piensa y se aterra: no quiere ser como su papá. A Lautaro le asusta la sombra que se dibuja en su placard y Lucía no soporta la oscuridad.
Camila sufre desaprobar y Laura tiene miedo de que él no vuelva jamás.
Al agua, a las pastillas, a las alturas teme Claudia. Mientras que Soledad está condenada: le teme a la soledad. Augusto tiene miedo a tener miedo y Sofía tiene miedo a que le haga mal pensar.
Almendra le tiene miedo a las mariposas y al océano. Cuando nadie la ve, Sol le teme a sus padres, a sus gritos y a su educación del horror.
Jessica tiene pánico a dormir profundo mientras que Clara lleva días con insomnio por encontrar un monstruo en su armario.
Y entonces, un día, quizás sin saberlo... sus vidas quedan vinculadas. Ya no sienten más el miedo, porque se olvidan de él.
Y, por fin, logran entender que si los miedos se comparten: ya no son miedos. Entonces ellos, resignados, sólo se esfuman.

Evelyn Reggina.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Búsqueda

Marina camina desarreglada de un lado a oto mientras Emanuel la busca en la misma esquina de siempre.
A ella le gustaría experimentar la vida de una manera fácil y rápida. Él, en cambio, se preocupa por ser el mejor en lo que hace.
Entonces un día el destino los cruza, los enrieda y los funde.
Y se aman, se molestan, se quieren, se tocan, se huyen, se conocen, se encienden, se pierden, se buscan, se encuentran, se suceden, se besan, se sienten, se llenan, se completan, se unen, se abrazan y, luego... mueren.
Entonces ella llora y él huye, ella ama y él molesta. Él besa y ella siente. Ella lo piensa y él calla.
¿Cuándo deja de unirte a alguien el destino? ¿Cómo sabés, a través del silencio, que la persona te ama y va a volver? Marina nunca lo supo.
Y él volvió, pero nunca más la encontró. Y camina desarreglada de un lado a otro mientras un cartel la hace acordar bruscamente a Emanuel y él la busca en la misma esquina de siempre sin saber que la parte de ella que era suya... ya estaba muriendo.

Evelyn Reggina.

lunes, 30 de agosto de 2010

¡Pobre Alejandra!

¡Hay tantos temas para los que escribir! Pero Alejandra se reduce a mascar chicle y pintarse las uñas de rojo.
Algunas veces siente preocupación y tiene miedo. ¡Mirá si se le corre el maquillaje!
¿Pensar? No, no existe para ella. Quizás puede hacerlo cuando decide qué ponerse y cómo peinarse -sino es que por ella deciden sus amigas-.
Su padre no la aguanta más. ¿Y su madre? ¡Su madre es quién la acompaña en eso de la pubertad!
Es ella quién se esconde detrás cuando ríe de las demás por no ser igual.
Puede ser que a veces sueñe con salir en televisión y tener chicos atrás. Puede ser que se castigue unos días sin comer. Puede ser que su amiga con el mismo vestido en esa fiesta la haga llorar.
Quizás practica la misma danza que su vecina y estoy segura que hoy le gusta el rock y mañana el jazz.
Hay días en los que quiere hacerse la original y cambia el color de su uniforme. Inútil intento, nada esconde su mediocridad.
Hace las mismas quejas populares y se nutre con palabras de más.
¡Pobre Alejandra! Su ortografía me dice que su neciedad nunca la llevó a leer. ¡Pobre Alejandra! Es por eso mismo que nunca se va a enterar. ¡Pobre Alejandra! Ya llegará alguien que la haga despertar...

Evelyn Reggina.

domingo, 29 de agosto de 2010

Carta a María Claudia Falcone

Carta de su hermano a María Claudia Falcone, su hermana desaparecida, que escribí en el 2008. Me gustó la idea porque es muy interesante la historia argentina vista desde estos detalles, desde la literatura, tanto como los hechos verídicos que saqué de Internet fusionados en esta carta.

Anhelada Claudia:
No sé si recordarás que cuando te fuiste, querida hermana, mamá se desesperó.
La tarde del 16 de septiembre, hablaste con papá para pedirle algún recurso. Quizás fue la última vez que tuviste la oportunidad de hacerlo.
Siento la extraña sensación de que estoy hablando con el espiritú de una hermana que para mí no murió, que vaya a saber quién decidió que yo no pueda despedirme de sus sonrisas.
Pero hay que recordar para no olvidar y en mí se concibe el deseo de escuchar una nueva vez, en mi mente, las últimas palabras que pudiste pronunciar en paz, hermanita.
Estabas refugiada en la casa de nuestra tía abuela, ¿te acordás? Un grupo de civiles tumbaron la puerta, encerraron a la dueña de la casa -que estaba muy asustada- en su habitación y te condujeron bruscamente hacia el baño del departamento.
Nuestra tía pudo espiar todo sin que nadie se diera cuenta. No quiero imaginar el miedo que habrás sentido, María Claudia, al ver que todo por lo que habías luchado se destruía en la madrugada de aquel 16 de septiembre. Defendías lo tuyo, siempre lo
hiciste. Y por más de que hoy no estés acá, conmigo, me llenas de orgullo querida hermanita.
Por último, a vos y a María Clara -la amiga que compartió con vos el sufrimiento de no saber qué iría a ocurrir-, las llevaron a un camión del Ejército que, según cuentan testigos, estaba ubicado en frente del edificio.
Yo estaba cenando con nuestros padres en Le tre palle, un restaurant ubicado frente al edificio de Obras Públicas, del que en más de una oportunidad habrás contemplado la gran fachada. Nos retiramos temprano porque en esas épocas no era conveniente circular en altas horas. A la madrugada, nos despertó mamá con la noticia de que ya no estabas. "Se llevaron a María Claudia", susurró.
En ese momento entré en pánico, ¿dónde estarías Claudia?, ¿A dónde te llevarían? Ignorábamos todo eso.
Luego de lo que pasó, totalmente preocupados por vos y por todos los hechos futuros que podrían ocurrir, decidí buscar algún
refugio. Nuestra familia vivió así, querida hermana, escondida ante tanta represión.
El sólo hecho de pensar que estarías siendo torturada nos mataba, sencillamente "nos mataba". Angustia, dolor, esperanzas y noches enteras sin dormir. ¿Qué querés que te diga, Clau? Si en realidad, vos más que nadie lo sabes todo. Desde tu lugar,
seguramente siempre tuviste presente a tu familia, que está y estuvo siempre en tu corazón.
Hoy, todavía imagino ese flequillo lacio bordeando tus grandes ojos celestes llenos de entusiasmo, queriendo pelear por lo que vos merecías. Y si querés, desde donde estés, saber cómo te recuerdan acá las personas a las que vos llamabas tuyas, no debes
dudar que están tan llenos de orgullo como yo. Valoran nuevamente tu bondad y tu interes por ayudar. Alma solidaria tendrías y tendrás María Claudia, porque en los corazones de todos nosotros permaneces viva y tu risa incesante nos recuerda a todos tus actos que, rebeldes o no, siempre eran para bien de todos los tuyos.
Te arrancaron de tu lugar María Claudia, pero nunca de nuestros corazones. Y te aseguro, hermana, que nunca lo harán.
Con toda la fé que implica volver a verte allá, arriba: me despido. Te quiero, te quiero hoy y siempre.
Tu hermano, Jorge Falcone.

viernes, 27 de agosto de 2010

Diversidad radial

Dicen las radios que a veces desespero cuando me enamoro y que mi corazón está colgando en tus manos aunque ahora hay otro en mi vida. Pero que nadie calle tu verdad, que nadie te haga más llorar y quizás otra sintonía grite que nos siguen pegando abajo y que la mañana en lanzallamas cantaba Spinetta en una hermosa canción y si alguna vez clavé mi daga en tu espalda (Fito dice que hoy no tengo más que pedir perdón).
A veces lloran palabras en inglés y otras se olvidan de acordarse que tienen que sonar bien.
El otro día una me dijo que por ahí iba el capitán Beto. Yo lo busqué, pero no lo pude ver.
Mi tía no se cansa de escuchar siempre lo mismo. A ella le aconsejan el mismo partido político todas las mañanas y después le cuentan que el mundo fue y será una porquería.
A veces susurran publicidades, pero son cada vez tan monótonas que casi nadie las escucha.
La semana pasada estuvieron media hora contándome que la imitación es el peor suicidio.
Mamá dice que cada vez le da más miedo salir a la calle. Ella es una influenciada por otra la frecuencia.
Yo le digo: Mamá, cambiá de estación, quizás concibas otra realidad.
Pero cuando todo eso me hace tan mal y la señal se mezcla con los suspiros de mi alma, entonces apago la radio y el silencio me dice una vez más que tengo que aprender a esperar.

Evelyn Reggina.

Vaya a saber Cielo!

¿Qué se espera, qué se dice y qué se siente?
Sabemos hacer sólo lo que estamos acostumbrados.
La moda es flotar, no arriesgarse al más.
Y en la otra esquina, alguien te vende un polvo con destino a otra realidad.
¿Se supone a esto salud mental?
La tinta ya está harta de mentir.
Mientras ellos arriesgan sus últimos pensamientos
Los de acá les roban la oportunidad.
Cuando se den cuenta ya va a ser tarde,
Tarde, tarde
¡Es que siempre pasa igual!
No hay frase que te haga despertar.
Aunque cada amor nos arranque la vida,
Hoy soy yo quien ve con sus ojos
Los tuyos ya no se dejan ver
¡Tan cansados de esperar, de soñar, de llover!
Tan exhaustos de suicidio, sexo, drogas, rock and roll.
Ya no saben que empatar, también es ganar.
No siempre es necesario destruir para sentir tus alas volar.
Hace falta más de un libro para entender que no voy a volver, no voy a volver, no voy a volver.
Hace falta más de un sueño para empezar a tejer.
Esta soy yo, este es mi motor y mi realidad.
Triunfa, cae, llora y no dejes de reír:
¿A veces el perdón te ayuda a crecer?
El futuro no son más que hilos que nadie teje por vos
Podría darte los míos, pero nunca más mi corazón...

Evelyn Reggina.

Mi regalo

Te regalo mi ropa, si ya no la tocás.
Te regalo mis ideas, si ya no me pensás.
Te regalo mi guitarra, sin vos ya no suena bien.
Te regalo mi voz, si tu alma no deja de gritar.
Te regalo mi tiempo, si necesitás olvidar.
Te regalo mis zapatos, si te cuesta caminar.
Te regalo mi perfume, para que lo puedas sentir.
Te regalo mi reloj, para que no hayan ni segundos.
Te regalo mi papel, si escribir te desahoga.
Te regalo un viaje a mi cabeza, para que puedas ver con claridad.
Te regalo mis labios, que por ahora no besan más.
Pero nunca te regalaría mi magia, mi libertad y mi voluntad, porque... ¿Sabés? Nadie es indispensable. Y es eso, justamente, lo que me rescata, me mueve, me levanta y me salva. Mi regalo... para mí.

Evelyn Reggina.

V no siempre es por Vanguardia

Y dieron las tres de la tarde. No entiendo bien por qué todavía no comprendía lo amargo de mi soledad.
Debe ser que de nunca sentirla; de criticarla sin poseerla; de burlarme sin siquiera tocarla: me había elegido.
Me encontraba ahora yaciendo sentada alrededor de cuatro paredes que me rseultaban un tanto desconocidas, llenas de un verde que ya no era mío sino de alguien más y ese nudo en la garganta que a veces sí y otras no tanto.
¿Es que de tanto saborearla me había enamorado de ella? Debía realmente poder conectarme conmigo y alejarme de Vos. Debía, aunque sea, recuperar la magia... aunque por dentro sienta que tu lejanía me destruye y que las tres, las cuatro, cuatro y media, golpes en la puerta y yo que no quiero abrir.
Ya no puedo hablar con frases, ya no queda más que algún recuerdo que , por no querer recordar, va esfumándose (¿o agrandando cada vez más?). Y mi cabeza, harta de pensar, que te extraña pero no, que te amop pero nunca, que te sueña pero ni en sueños, no deja de tomar decisiones cada tres segundos. Tres o cuatro.
No me es sano ponerme a pensar tanto. Volvés a mi cabeza. ¿Por qué no te vás? Mirá, ahí tenés la puerta. Abro los ojos. Acá estás.
La puerta abierta, yo yaciendo en mi cama. Mis sábanas, su color, el perfume, mis paredes: no son más que una complicidad del alma.
¿Se puede vivir rodeada de cuerpos y sentirse sola? ¿Se puede respirar al lado de unos ojos verdes, pelos algo castaños, labios gruesos, abrazarte, besarte y sentirme vacía?
Te acercás. Me levanto, te beso. Abro la puerta. No entendés mi mirada. Iba a ser la última vez que te miraba y vos sin entenderlo. Sin entenderlo todavía.
Agarro tu mano, te empujo. "Perdón" y cierro la puerta. No sé si es un refugio personal o más bien un escape a la crisis, pero en mi cabeza empieza a sonar una canción que me hace sonreír.
No sé si seguís atrás de la puerta. No sé en qué estarás pensando. Pero, hay veces que para dejar de no saber, prefiero decidir.
No siempre la felicidad es una decisión... Se necesita sensibilidad y un poco de cotidianeidad. Se necesita ese clic que te hace reaccionar y unos cuántos hilos de Voluntad. Y, vos sabés... En este mundo vago, que por ser todos tan simples te dan la posibilidad de ser alguien interesante casi tan fácil cual comprar un boleto de avión; la Voluntad para crecer, para vivir, para despegarme de vos, para ser sola o simplemente para despertar... la Voluntad es lo que me sobra.

Evelyn Reggina

Todo vuelve

La negación de su cabeza, el rechinar de una puerta, los pasos de huída y la flor en el piso. Ella lo había dejado.
A veces no basta con aceptar, comprender o entender. Se necesita un poco de esa magia invisible a los ojos que nos une de por vida a otras personas. Que hace que nos necesiten, que marca el alma cuando sentís un perfume o te da el aire de invierno en la cara.
Son las cuatro de la tarde. Él todavía está en la fase de esperarla. En una o dos semanas, va a pasar a la superación.
Y, luego, por fin, va a decidir olvidarla. Entonces abre su cajón, saca sus cartas, sus fotos y sus recuerdos. Fuego. Todo eso que antes le llenaba los ojos de un brillo particular, hoy no era más que cenizas.
Son las cuatro y cuarenta y seis y él se mira al espejo. La recuerda a ella, en ese mismo espejo: adorando o lamentándose, estudiando o ignorándose.
El teléfono no suena más. No vale CD ni film para aliviar el nudo.
Pero en unos días, quizás meses (depende de la velocidad mental del usuario), va a lograr entender que el mundo siguió girando y que va a poder visitar los mismos lugares, decir las mismas palabras, gritar los mismos insultos y abrir nuevas ventanas que den a otros mares que llenen sus sentidos de paz. Paz de sentirte completo, paz de ser y saberse amado. Paz que va a darle una nueva persona.
Y, cuando todo parezca sanar, cuando por fin comience a juntar tinta para escribir una nueva página en su vida, va a aparecer ella con su sobre todo rojo y su flor en la mano. Esperando con su sonrisa que te arriesgues por ella. Por ella. La misma que en un pasado te dejó volar.
Él comprende que su corazón no la esfumó del todo. Pero si una vez se fue, podría irse dos... y tres, quizás cuatro. Pero la vida es así y el corazón se endurece, se rompe, se ablanda, se vuelve a endurecer... Él creció. Adquirió una felicidad incomparable al lado de otra esencia, otros ojos, otro pelo y otro olor.
Y entonces la negación con la cabeza, el rechinar de una puerta, los pasos de huída y la flor en el piso... Él la había dejado.

Evelyn Reggina.

Tecnodestrucción

Dos, cuatro, seis luces titilan a lo lejos
Todo es un mensaje
A veces la voz te llama y a veces no
Tu misión es esperar.
¿Será que nadie lo logró todavía?
En este pueblo todos miran para abajo
Que alquien les explique: ¡Mirando para arriba no se puede llorar!
Maldita impunidad, heróes del poder
Llenan sus bolsillos de esperanzas
Que no hacen más que mentirse
Se enriedan, se derriten, se funden
Pálidez en el alma.
Sensación de nada.
Ellos sólo quieren volar.
¿Seguís por ahí o secortó la conexión?
Ya no se sabe si son palabras o roces
¿Realidad o máscara?
¿Será casualidad tu crecimiento lento?
Los cables de un teléfono te ahorcan.
suicidás tu cerebro.
La pantalla te miente
y el lenguaje ya no es tan lengua.
Está bien que sea comunicación
Pero todo este circo de tecnología
acaba por destruirla, arrancarla, sofocarme
Seguís siendo nada, merecés un avance
¿Las palabras salen de tu mente o las escuchaste en la TV?
Mediocridad de ser, de ver, de creer.
Y los tics de un metrónomo marcan tu ritmo vital.
¡Programación errónea!
¿Faltará mucho para ver algo nuevo bajo el Sol?
Ya es de noche y mañana...
Mañana viene el día.

Evelyn Reggina.