miércoles, 24 de noviembre de 2010

¿Quién sos vos para juzgar a Cielo? (Cielito Sabe)

Cielo es rima, muchas veces antipática. Cielo llora cuando le gritan, es una tragedia hecha luz.
No busca problemas, porque le gusta pintarse las uñas de negro y echarse a andar. A veces la oscuridad le da miedo. Gente gritando horrores aparece dibujada en su cabeza.
Le gusta que le acaricien el pelo y le indigna que se rían de ella. Cielo es una infantil: jamás muere la niña que lleva dentro. A veces, si es que los tontos miran (nunca miran) le gusta similar ser normal. Pero... Cielito sabe.
Cielo se enamoró una vez nada más. Y empezó a escribir esto porque le rompieron el corazón. Pero siempre le gustaron las manualidades, así que tomó pegamento y lo fue arreglando... sola.
Ella siempre piensa para sus adentros: "Es lo mejor que pude hacer" pero yo creo que en realidad es su mente y no su Alma la que habla.
Cielo busca amar infinitamente, le gustan las palabras Equilibrio e Inexorable y escribir en cursiva. Nunca termina lo que empieza. Es vengativa, le encanta leer.
A la noche, en la oscuridad de su cuarto, a veces escucha música y llora con fuerza. Pero ya todos lo sabemos... Cielito es tragedia.
En el colectivo, le gusta hacer reír a la gente. Cielito sabe que no todos hablan bien de ella... Cielito sabe. Sabe porque es feliz con poco, porque le gusta sentarse en la plaza a esperar que le pasen las mismas historias que ella escribe. Y -justo cuando se da cuenta de lo que hace- se ríe para adentro (o muy para afuera) porque a Cielo no le importa que la vean.
Cielo se sigue esperando, te sigue esperando y a los segundos entiende que a ella no la esperan. Pero Cielito no llora, porque recuerda y porque sabe. Cielito sufrió, Cielito sabe.
Entonces le gusta el jugo de naranja no más que el licuado de durazno y lleva billeteras de señora grande.
Disfruta del viento que roza su cara y no comprende por qué hay gente con tanta maldad.
Sueña con poco: globos rojos, noches largas y mucha azúcar en la sangre. No te preocupes si nadie la quiere consigo: porque ella se ama como nadie. Cuando se siente muy sola, le gusta acariciarse, sonreírse y pensar que ella nunca se va a abandonar.
Necesita bañarse antes de dormirse y, antes de envolverse en sábanas, se perfuma para sentirse limpia.
Cuando el mundo le da vueltas se encierra en el lugar favorito de turno y respira profundo varias veces, esperando la respuesta a todos sus problemas. Y entonces se ríe y aprende a esperar. Porque Cielito sabe. Sabe que la vida no espera y los trenes a veces se van. Y tiene dudas de si es mejor que el suyo no se haya ido todavía o por qué desea de una vez por todas que se vaya.
No entiende por qué nadie dura demasiado a su lado y se pregunta si algún día Lucy bajará del Cielo con diamantes.
A veces, a la mañana, se pierde en el sueño especulando los minutos para despertar. La mayoría de las veces busca el significado de sus sueños... la otra minoría sólo los olvida.
Cielito no recuerda fechas, nombres y a veces se olvida de detalles esenciales. Pero no disimula.
Hay veces que se sienta a escribir para no sentirse tan sola. Todos tenemos nuestros momentos de Soledad, ¿no? Cielito sabe.
Le gusta recostarse en el pasto y recordarse que para ver la luz, tiene que conocer la oscuridad. Hay nombres, caras, palabras o sonidos que la hacen temblar.
Su color favorito es el amarillo y a veces, si es que nadie escucha, susurra palabras sin destino.
A Cielo le gustan las mariposas, los malos recuerdos, lo abstracto, molestar a las hormigas y morderse las comisuras de los labios.
Muy pocas veces se pregunta el sentido de su vida, pero créanme que en el fondo... Cielito sabe. Y si se acuerda, es capaz de amar con toda su alma. Pero es muy despistada, necesita de alguien que le ayude a recordar.
Lo que Cielito no sabe es por qué todavía nadie se dispuso a mirarla en vez de verla, a darle la oportunidad de sentirla. Pero sentirla con fuerza. Sentirla de verdad. Sentirla y nunca soltarle la mano.
Y, entonces, sin más, sonríe y deja de escribir. (Porque Cielito sabe... Cielito sabe).

Evelyn Reggina.

martes, 23 de noviembre de 2010

Costumbres de a dos

A la tarde, justo cuando se pone el Sol, Natalia sale a disfrutar del viento. Entonces se dirige sonriente al parque de siempre, esperando ver algo que le llame la atención.
Se pasa el día esperando en un banquito del parque, mientras se ríe de cosas que le pasaron.
A veces se queda un buen rato observando a los nenes con sus globos. Otras simplemente intenta no pensar tanto en todo aquello que le hace mal.
A la noche, Daniel intenta sobrevivir al insomnio. Vive preguntándose por qué, comiendo mal y fumando de más. Le gusta ver el noticiero sólo por costumbre y toma café siempre a las tres.
Ella toma té y le encantan los chocolates con menta. Cuando nadie la ve, se pinta los labios en público. Él es coleccionista de postales, no conoce el mar y está triste.
Pero hay algo que tienen en común... A la tarde, justo cuando se pone el Sol, Daniel sale a disfrutar del viento. Entonces se sienta al lado de una muchacha que le pregunta su nombre. Y él sólo le responde porque hace tiempo que no ve belleza tal.
"Daniel, ¿vos?" "Natalia". Ahí es cuando, mágicamente, dos corazones se acomodan para fundirse. Y todas sus costumbres, felices y no tanto, ya no están solas: Ya son de dos.

Evelyn Reggina.

viernes, 12 de noviembre de 2010

Oscureciendo (algo así como mi tristeza).

Café con leche. Sentirse sola. Que se corte la luz. Tarta de espinaca y acelga. El ruido del telgopor. No saber las calles. Los gritos. Contaminación auditiva. Tus cartas. Algunos perfumes. Serpientes. Arañas. Matemática. Oscuridad. Mentiras. El polvo de otoño. Esperar. Esperar. Esperar. Que se me caiga la lapicera. El agua muy caliente en verano. El perfume a tilo. Las calculadoras. Las persianas cerradas. Cortar algodón. Ver gente llorar. No poder dormir. Algunas marcas del pasado. Que no se esfuercen por ser mejores. La falta de reciprocidad. Ancianas quejándose. Mamás quejándose. Que me pese el acolchado. El maquillaje después de llorar. Las fotos desenfocadas. Algunos finales abiertos. La generalización. Preocuparme de más. Leer sin leer. Golpe de una puerta. Los domingos de lluvia. La película que antes amaba y ahora me aburre. El helado de chocolate. No seguir viendo Hey Arnold. La vida es bella. Alguna que otra canción. El caramelo quemado. Que se arrugen mis dedos. La grasitud de la piel, el olor a nafta. Las críticas que no aportan, la gente que está de más. Los necios. Chupetines de limón. Despertarme muy temprano para ir a inglés los sábados. Que no me llames. Que casi nadie me llame. El ruido que hace el teléfono de mi cuarto. Que todo vuelva cuando ya no lo querés. El anonimato. Vacío. Una hoja sin renglones en blanco. El humo del cigarrillo. La indiferencia. Vos, ellos... acá y allá. Pruebas de físico química y la gente que toca un instrumento sólo para aparentar. Decepción. Y, la peor, la tristeza que me producen los que quieren destruir sueños.

Este texto fue escrito en mi cuaderno el día: 30/08/10.
Evelyn Reggina.

jueves, 11 de noviembre de 2010

Preguntas II

¿Cómo puede vivir una persona después de matar a alguien? O acaso, ¿qué se siente tres segundos después de ejecutar un arma? ¿Vas a volver? ¿Por qué me cuesta tanto soltar el pasado? ¿Por qué nadie pide permiso para domesticarme? ¿Somos todos apariencias? ¿Todas las personas que creo únicas se escaparan? ¿Qué sentirán los Cd's adentro del equipo de música? ¿Cosquillas? ¿Quién quiere compartir aunque sea un Sol conmigo? ¿Qué creerás que siento? ¿Cuántas personas en el mundo pueden ver con mis mismos anteojos? ¿Por qué sigo escribiéndole a alguien que no me lee? Si yo me muero mañana, ¿me llorarías hoy? ¿Por qué fue chocolatada la última vez? ¿En qué pensás cuando no podés dormir? ¿Por qué me pone contenta reconocer perfumes? ¿Serás como te sueño? ¿Nada es para siempre? ¿Por qué espero si nunca supe esperar? ¿Por qué hago preguntas que sé responder? ¿Un libro te cambia la vida? ¿Acaso es fácil para vos mentir? ¿Cuántas lluvias vas a pasar sin mí? I fall asleep./

Evelyn Reggina.

lunes, 8 de noviembre de 2010

Ese espejo a las 4 a.m.

Y va caminando por Nazca, mientras los semáforos cambian para nadie y el sol va saliendo.
Está solo. Solo y agotado. No hay nada que él pueda hacer en la mañana de un sábado, considerando que su corazón aún está roto.
Entonces llega a su departamento, pone agua a calentar y se sienta en el sofá. Hace frío, pero casi nunca se le da por abrigarse.
Sirve el té y se dispone a tomarlo en soledad, algo pensativo, quizás esperando que el teléfono suene. Pero no suena.
Y prende el televisor, abre la heladera, lee el diario y se sienta en el sillón. Lo mismo tres veces: como una especie de rito que se repite en una película. Se cansa. Vuelve a dormirse. Como no puede soñar, algo lo despierta.
Va al baño, se encuentra en el espejo. Llora, no se reconoce. No se acepta ni se reconoce. Entonces se frota los ojos con desesperación, como si ese hecho fuera a marcarle la vida.
Ya llevaba más de tres años en Soledad y todavía no podía aceptarse.
Quiere romper el espejo pero se detiene. Mira el reloj: Sábado 4 A.M. Y la historia se repite.
Entonces va caminando por Nazca, sin esperar comunicarse con alguien, pero su mala predisposición le hace atraer lo desconocido.
Rubia, alta, pelo largo, tez blanca. ¿Qué hacía caminando sola por Nazca a las cuatro y cuarto de la mañana? Nada más sencillo que esperarme.
"¿En qué calle estoy?" dijiste. Y mi corazón se aceleró. Estabas tan linda, tan pura y tan inocente. No pude evitar enmudecer. Te reíste. Reaccioné. "En Nazca, ¿caminamos juntos?". "Sí, hace frío...". Te di mi campera y empezamos a hablar... hasta que apareciste en mi departamento Esa mujer rubia y alta estaba durmiendo en mi cama. Y me daba una paz indescriptible.
Y entonces me despierto y miro por el mismo espejo con los ojos idos y llorosos. Y de repente te levantás y te veo ahí, en el espejo, detrás de mí, algo dormida. Me asusto, pero vos sonreís... y yo lo voy entendiendo todo en tu sonrisa.

Evelyn Reggina.

viernes, 5 de noviembre de 2010

Días, minutos, años. Espera.

Y esta espera que no es más que el no saber, que el ya no verte y que quizás jamás, quizás alguna vez.
A veces es la misma Soledad la que me lleva a encontrarme (y así encontrarte) y aunque todos mis escritos vayan inconscientemente a vos, hoy no tengo nada más con lo que soñar.
Sí, tengo tres lapiceras, dos sueños en vías de cumplirse, mi personalidad distorsionada para Vos y tu perfil de mujer inolvidable. Hoy no soy más que un hombre que, todos los días, te espera en la misma esquina.
Soñando que, ni bien tu mirada me reconozca, corras hacia mí y me digas: "No sabés cuánto tiempo te he estado esperando".

Evelyn Reggina.

Si Cielo se enamora

Te amo porque me vivís, me recorrés.
Te amo porque sos la única persona que sé amar.
Te amo porque te metiste en mí y no te logro sacar.
Te amo porque sos Cielo, tus ojos son Cielo.
Te amo porque desde que te fuiste no hay día que no aparezcas en mí.
Te amo porque todavía sigo esperando que vuelvas. Vas a volver. Te amo.
Y después se despierta, toma café e intenta recordar su sueño... pero no puede.

Evelyn Reggina.

martes, 2 de noviembre de 2010

Ana en Soledad

Cada vez que suena el despertador, Ana desea regresar tres años atrás. No se da cuenta que cada día que pasa, es un día más que se suma a esos tres años de entera soledad. Soledad que a veces la aprieta y otras sólo la sume a una fusión que la recorre: a veces quieta, a veces hambrienta... pero nunca intensamente en paz. Y eso es lo que ella busca, entre lágrimas, encontrar.
Hasta que un día alguien se recuesta en su hombro, esperando verla sonreír. Y la acaricia mientras ella se enciende y estudia cada gesto que sale de su rostro. Entonces comienzan a amarse. Y Ana ya no llora. Ana aprendió a reír. Ana espera que todos los días su suerte cambie con un olor en particular. Ya tiene un Alma a la cual cuidar y sanar. ¿Qué más puede pedir? Ya su cielo tiene color y sus pasos van siendo música porque ya no está sola. Aora puede descubrirse cada vez que alguien le dice lo hermosa que es. Puede quererse, puede apreciarse y puede gustarse. Hoy el mundo le vuelve a dar motivos para reír, para proyectarse, para disfrutar. Hoy su alrededor explota de un amor que hace latir su corazón, mientras alguien le besa la mejilla.
Y entonces suena el despertador. Ella mira a su alrededor. Vacío. Un enorme vacío que, desgraciadamente, sólo en sueños podría llenarse.
Adolfo ya no estaba... y la parte de la cama que le correspondía, seguiría sin arrugas.

Evelyn Reggina.

Felicidad

No había nadie que le hiciera compañía. Entonces el chico que reparte los diarios, la chica que camina con auriculares, él -que van con rosas-, ella que no conoce el Amor, la nena que se ríe en la esquina, los que van de la mano, el nene que toma helado en la plaza, la chica que llora en la puerta de su casa, el anciano que respira aire fresco desde su ventana, la pareja de desencontrados que se buscan sin verse, la mujer que espera el colectivo y el hombre que espera a esa mujer veinte cuadras siguientes, los padres que persiguen el globo del nene que se perdió, las cinco o seis personas que van dentro del auto rojo que acaba de pasar, la mujer que se acaba de bajar de un taxi, el que camina rapurado con un maletín, los que se olvidaron de soñar, ella que hace media hora discute por teléfono, él -que no le corta a su novia para seguir diciéndole que él la ama más-. Y entonces, sin casi darme cuenta, pienso: "Tanta gente y yo buscando, deseando y necesitando sólo una para ser feliz".

Evelyn Reggina.