lunes, 30 de agosto de 2010

¡Pobre Alejandra!

¡Hay tantos temas para los que escribir! Pero Alejandra se reduce a mascar chicle y pintarse las uñas de rojo.
Algunas veces siente preocupación y tiene miedo. ¡Mirá si se le corre el maquillaje!
¿Pensar? No, no existe para ella. Quizás puede hacerlo cuando decide qué ponerse y cómo peinarse -sino es que por ella deciden sus amigas-.
Su padre no la aguanta más. ¿Y su madre? ¡Su madre es quién la acompaña en eso de la pubertad!
Es ella quién se esconde detrás cuando ríe de las demás por no ser igual.
Puede ser que a veces sueñe con salir en televisión y tener chicos atrás. Puede ser que se castigue unos días sin comer. Puede ser que su amiga con el mismo vestido en esa fiesta la haga llorar.
Quizás practica la misma danza que su vecina y estoy segura que hoy le gusta el rock y mañana el jazz.
Hay días en los que quiere hacerse la original y cambia el color de su uniforme. Inútil intento, nada esconde su mediocridad.
Hace las mismas quejas populares y se nutre con palabras de más.
¡Pobre Alejandra! Su ortografía me dice que su neciedad nunca la llevó a leer. ¡Pobre Alejandra! Es por eso mismo que nunca se va a enterar. ¡Pobre Alejandra! Ya llegará alguien que la haga despertar...

Evelyn Reggina.

domingo, 29 de agosto de 2010

Carta a María Claudia Falcone

Carta de su hermano a María Claudia Falcone, su hermana desaparecida, que escribí en el 2008. Me gustó la idea porque es muy interesante la historia argentina vista desde estos detalles, desde la literatura, tanto como los hechos verídicos que saqué de Internet fusionados en esta carta.

Anhelada Claudia:
No sé si recordarás que cuando te fuiste, querida hermana, mamá se desesperó.
La tarde del 16 de septiembre, hablaste con papá para pedirle algún recurso. Quizás fue la última vez que tuviste la oportunidad de hacerlo.
Siento la extraña sensación de que estoy hablando con el espiritú de una hermana que para mí no murió, que vaya a saber quién decidió que yo no pueda despedirme de sus sonrisas.
Pero hay que recordar para no olvidar y en mí se concibe el deseo de escuchar una nueva vez, en mi mente, las últimas palabras que pudiste pronunciar en paz, hermanita.
Estabas refugiada en la casa de nuestra tía abuela, ¿te acordás? Un grupo de civiles tumbaron la puerta, encerraron a la dueña de la casa -que estaba muy asustada- en su habitación y te condujeron bruscamente hacia el baño del departamento.
Nuestra tía pudo espiar todo sin que nadie se diera cuenta. No quiero imaginar el miedo que habrás sentido, María Claudia, al ver que todo por lo que habías luchado se destruía en la madrugada de aquel 16 de septiembre. Defendías lo tuyo, siempre lo
hiciste. Y por más de que hoy no estés acá, conmigo, me llenas de orgullo querida hermanita.
Por último, a vos y a María Clara -la amiga que compartió con vos el sufrimiento de no saber qué iría a ocurrir-, las llevaron a un camión del Ejército que, según cuentan testigos, estaba ubicado en frente del edificio.
Yo estaba cenando con nuestros padres en Le tre palle, un restaurant ubicado frente al edificio de Obras Públicas, del que en más de una oportunidad habrás contemplado la gran fachada. Nos retiramos temprano porque en esas épocas no era conveniente circular en altas horas. A la madrugada, nos despertó mamá con la noticia de que ya no estabas. "Se llevaron a María Claudia", susurró.
En ese momento entré en pánico, ¿dónde estarías Claudia?, ¿A dónde te llevarían? Ignorábamos todo eso.
Luego de lo que pasó, totalmente preocupados por vos y por todos los hechos futuros que podrían ocurrir, decidí buscar algún
refugio. Nuestra familia vivió así, querida hermana, escondida ante tanta represión.
El sólo hecho de pensar que estarías siendo torturada nos mataba, sencillamente "nos mataba". Angustia, dolor, esperanzas y noches enteras sin dormir. ¿Qué querés que te diga, Clau? Si en realidad, vos más que nadie lo sabes todo. Desde tu lugar,
seguramente siempre tuviste presente a tu familia, que está y estuvo siempre en tu corazón.
Hoy, todavía imagino ese flequillo lacio bordeando tus grandes ojos celestes llenos de entusiasmo, queriendo pelear por lo que vos merecías. Y si querés, desde donde estés, saber cómo te recuerdan acá las personas a las que vos llamabas tuyas, no debes
dudar que están tan llenos de orgullo como yo. Valoran nuevamente tu bondad y tu interes por ayudar. Alma solidaria tendrías y tendrás María Claudia, porque en los corazones de todos nosotros permaneces viva y tu risa incesante nos recuerda a todos tus actos que, rebeldes o no, siempre eran para bien de todos los tuyos.
Te arrancaron de tu lugar María Claudia, pero nunca de nuestros corazones. Y te aseguro, hermana, que nunca lo harán.
Con toda la fé que implica volver a verte allá, arriba: me despido. Te quiero, te quiero hoy y siempre.
Tu hermano, Jorge Falcone.

viernes, 27 de agosto de 2010

Diversidad radial

Dicen las radios que a veces desespero cuando me enamoro y que mi corazón está colgando en tus manos aunque ahora hay otro en mi vida. Pero que nadie calle tu verdad, que nadie te haga más llorar y quizás otra sintonía grite que nos siguen pegando abajo y que la mañana en lanzallamas cantaba Spinetta en una hermosa canción y si alguna vez clavé mi daga en tu espalda (Fito dice que hoy no tengo más que pedir perdón).
A veces lloran palabras en inglés y otras se olvidan de acordarse que tienen que sonar bien.
El otro día una me dijo que por ahí iba el capitán Beto. Yo lo busqué, pero no lo pude ver.
Mi tía no se cansa de escuchar siempre lo mismo. A ella le aconsejan el mismo partido político todas las mañanas y después le cuentan que el mundo fue y será una porquería.
A veces susurran publicidades, pero son cada vez tan monótonas que casi nadie las escucha.
La semana pasada estuvieron media hora contándome que la imitación es el peor suicidio.
Mamá dice que cada vez le da más miedo salir a la calle. Ella es una influenciada por otra la frecuencia.
Yo le digo: Mamá, cambiá de estación, quizás concibas otra realidad.
Pero cuando todo eso me hace tan mal y la señal se mezcla con los suspiros de mi alma, entonces apago la radio y el silencio me dice una vez más que tengo que aprender a esperar.

Evelyn Reggina.

Vaya a saber Cielo!

¿Qué se espera, qué se dice y qué se siente?
Sabemos hacer sólo lo que estamos acostumbrados.
La moda es flotar, no arriesgarse al más.
Y en la otra esquina, alguien te vende un polvo con destino a otra realidad.
¿Se supone a esto salud mental?
La tinta ya está harta de mentir.
Mientras ellos arriesgan sus últimos pensamientos
Los de acá les roban la oportunidad.
Cuando se den cuenta ya va a ser tarde,
Tarde, tarde
¡Es que siempre pasa igual!
No hay frase que te haga despertar.
Aunque cada amor nos arranque la vida,
Hoy soy yo quien ve con sus ojos
Los tuyos ya no se dejan ver
¡Tan cansados de esperar, de soñar, de llover!
Tan exhaustos de suicidio, sexo, drogas, rock and roll.
Ya no saben que empatar, también es ganar.
No siempre es necesario destruir para sentir tus alas volar.
Hace falta más de un libro para entender que no voy a volver, no voy a volver, no voy a volver.
Hace falta más de un sueño para empezar a tejer.
Esta soy yo, este es mi motor y mi realidad.
Triunfa, cae, llora y no dejes de reír:
¿A veces el perdón te ayuda a crecer?
El futuro no son más que hilos que nadie teje por vos
Podría darte los míos, pero nunca más mi corazón...

Evelyn Reggina.

Mi regalo

Te regalo mi ropa, si ya no la tocás.
Te regalo mis ideas, si ya no me pensás.
Te regalo mi guitarra, sin vos ya no suena bien.
Te regalo mi voz, si tu alma no deja de gritar.
Te regalo mi tiempo, si necesitás olvidar.
Te regalo mis zapatos, si te cuesta caminar.
Te regalo mi perfume, para que lo puedas sentir.
Te regalo mi reloj, para que no hayan ni segundos.
Te regalo mi papel, si escribir te desahoga.
Te regalo un viaje a mi cabeza, para que puedas ver con claridad.
Te regalo mis labios, que por ahora no besan más.
Pero nunca te regalaría mi magia, mi libertad y mi voluntad, porque... ¿Sabés? Nadie es indispensable. Y es eso, justamente, lo que me rescata, me mueve, me levanta y me salva. Mi regalo... para mí.

Evelyn Reggina.

V no siempre es por Vanguardia

Y dieron las tres de la tarde. No entiendo bien por qué todavía no comprendía lo amargo de mi soledad.
Debe ser que de nunca sentirla; de criticarla sin poseerla; de burlarme sin siquiera tocarla: me había elegido.
Me encontraba ahora yaciendo sentada alrededor de cuatro paredes que me rseultaban un tanto desconocidas, llenas de un verde que ya no era mío sino de alguien más y ese nudo en la garganta que a veces sí y otras no tanto.
¿Es que de tanto saborearla me había enamorado de ella? Debía realmente poder conectarme conmigo y alejarme de Vos. Debía, aunque sea, recuperar la magia... aunque por dentro sienta que tu lejanía me destruye y que las tres, las cuatro, cuatro y media, golpes en la puerta y yo que no quiero abrir.
Ya no puedo hablar con frases, ya no queda más que algún recuerdo que , por no querer recordar, va esfumándose (¿o agrandando cada vez más?). Y mi cabeza, harta de pensar, que te extraña pero no, que te amop pero nunca, que te sueña pero ni en sueños, no deja de tomar decisiones cada tres segundos. Tres o cuatro.
No me es sano ponerme a pensar tanto. Volvés a mi cabeza. ¿Por qué no te vás? Mirá, ahí tenés la puerta. Abro los ojos. Acá estás.
La puerta abierta, yo yaciendo en mi cama. Mis sábanas, su color, el perfume, mis paredes: no son más que una complicidad del alma.
¿Se puede vivir rodeada de cuerpos y sentirse sola? ¿Se puede respirar al lado de unos ojos verdes, pelos algo castaños, labios gruesos, abrazarte, besarte y sentirme vacía?
Te acercás. Me levanto, te beso. Abro la puerta. No entendés mi mirada. Iba a ser la última vez que te miraba y vos sin entenderlo. Sin entenderlo todavía.
Agarro tu mano, te empujo. "Perdón" y cierro la puerta. No sé si es un refugio personal o más bien un escape a la crisis, pero en mi cabeza empieza a sonar una canción que me hace sonreír.
No sé si seguís atrás de la puerta. No sé en qué estarás pensando. Pero, hay veces que para dejar de no saber, prefiero decidir.
No siempre la felicidad es una decisión... Se necesita sensibilidad y un poco de cotidianeidad. Se necesita ese clic que te hace reaccionar y unos cuántos hilos de Voluntad. Y, vos sabés... En este mundo vago, que por ser todos tan simples te dan la posibilidad de ser alguien interesante casi tan fácil cual comprar un boleto de avión; la Voluntad para crecer, para vivir, para despegarme de vos, para ser sola o simplemente para despertar... la Voluntad es lo que me sobra.

Evelyn Reggina

Todo vuelve

La negación de su cabeza, el rechinar de una puerta, los pasos de huída y la flor en el piso. Ella lo había dejado.
A veces no basta con aceptar, comprender o entender. Se necesita un poco de esa magia invisible a los ojos que nos une de por vida a otras personas. Que hace que nos necesiten, que marca el alma cuando sentís un perfume o te da el aire de invierno en la cara.
Son las cuatro de la tarde. Él todavía está en la fase de esperarla. En una o dos semanas, va a pasar a la superación.
Y, luego, por fin, va a decidir olvidarla. Entonces abre su cajón, saca sus cartas, sus fotos y sus recuerdos. Fuego. Todo eso que antes le llenaba los ojos de un brillo particular, hoy no era más que cenizas.
Son las cuatro y cuarenta y seis y él se mira al espejo. La recuerda a ella, en ese mismo espejo: adorando o lamentándose, estudiando o ignorándose.
El teléfono no suena más. No vale CD ni film para aliviar el nudo.
Pero en unos días, quizás meses (depende de la velocidad mental del usuario), va a lograr entender que el mundo siguió girando y que va a poder visitar los mismos lugares, decir las mismas palabras, gritar los mismos insultos y abrir nuevas ventanas que den a otros mares que llenen sus sentidos de paz. Paz de sentirte completo, paz de ser y saberse amado. Paz que va a darle una nueva persona.
Y, cuando todo parezca sanar, cuando por fin comience a juntar tinta para escribir una nueva página en su vida, va a aparecer ella con su sobre todo rojo y su flor en la mano. Esperando con su sonrisa que te arriesgues por ella. Por ella. La misma que en un pasado te dejó volar.
Él comprende que su corazón no la esfumó del todo. Pero si una vez se fue, podría irse dos... y tres, quizás cuatro. Pero la vida es así y el corazón se endurece, se rompe, se ablanda, se vuelve a endurecer... Él creció. Adquirió una felicidad incomparable al lado de otra esencia, otros ojos, otro pelo y otro olor.
Y entonces la negación con la cabeza, el rechinar de una puerta, los pasos de huída y la flor en el piso... Él la había dejado.

Evelyn Reggina.

Tecnodestrucción

Dos, cuatro, seis luces titilan a lo lejos
Todo es un mensaje
A veces la voz te llama y a veces no
Tu misión es esperar.
¿Será que nadie lo logró todavía?
En este pueblo todos miran para abajo
Que alquien les explique: ¡Mirando para arriba no se puede llorar!
Maldita impunidad, heróes del poder
Llenan sus bolsillos de esperanzas
Que no hacen más que mentirse
Se enriedan, se derriten, se funden
Pálidez en el alma.
Sensación de nada.
Ellos sólo quieren volar.
¿Seguís por ahí o secortó la conexión?
Ya no se sabe si son palabras o roces
¿Realidad o máscara?
¿Será casualidad tu crecimiento lento?
Los cables de un teléfono te ahorcan.
suicidás tu cerebro.
La pantalla te miente
y el lenguaje ya no es tan lengua.
Está bien que sea comunicación
Pero todo este circo de tecnología
acaba por destruirla, arrancarla, sofocarme
Seguís siendo nada, merecés un avance
¿Las palabras salen de tu mente o las escuchaste en la TV?
Mediocridad de ser, de ver, de creer.
Y los tics de un metrónomo marcan tu ritmo vital.
¡Programación errónea!
¿Faltará mucho para ver algo nuevo bajo el Sol?
Ya es de noche y mañana...
Mañana viene el día.

Evelyn Reggina.