lunes, 27 de septiembre de 2010

Desde esta ventana

Recorrió con su mirada toda la habitación. El living. Colillas de cigarillos en el piso, las cortinas salidas, botellas de alcohol. Siguió camminando, mientras esquivaba con cuidado la ropa en el suelo.
Llegó a la cocina, se sirvió un vaso de agua. Miró unas fotos que había imantadas en la heladera y sonrió con lástima.
Dejó su vaso y se dirigió a la habitación. La cama deshecha, los muebles abiertos. Pastillas sobre las sábanas. Dio unos pasos. Y allí estaba. Su cuerpo desnudo en el piso, pálido ya de penas. Al lado de la cama, se encontraba la muerte. Son esas imágenes que nunca van a poder borrarse de la memoria.
Ella se sienta, llora y sus años la hacen desesperar. Yo, que desde esta ventana lo estuve viendo todo, no tengo el suficiente valor para explicarle a la madre por qué su hija se suicidó. Y seguirá toda su vida buscando respuestas en las sábanas, en los muebles, en las botellas y en los libros.
Pero nunca va a recordar que cuando María la necesitó, ella nunca estuvo. Y recoge sus bolsas y mete un poco de ropa que iba a pedirle prestada. Me mira por la ventana y yo le cuento en mi mirada que gran parte de la culpa es suya. Y luego dejo de mirar.
Entonces ella no se preocupa y se va, tratando de dejar todo en su lugar.
Pero no entiende que yo, desde esta ventana, ya lo he visto todo.

Evelyn Reggina.

martes, 14 de septiembre de 2010

La realidad

Prometió esperarlo toda su vida. Pero él nunca volvió. Y entonces cada noche mira su foto. ¿Dónde estará? ¿Cómo se verá la luna desde su ventana hoy? ¿Se habrá vuelto a encontrar con mis cartas en su cajón?
Cada mañana me sentaba en el umbral esperando que pases y sonrías. Y, a veces, hasta te mandaba cartas esperando respuestas. Pero nunca llegaban.
Por la tarde iba al mismo cine al que íbamos juntos y más de una vez me pareció verte. Pero nunca te acercaste.
A la noche siempre te escribía. Pero jamás me animé a publicar algo de eso. A veces cenaba pensando que vos estabas ahí, en la silla de en frente, hablándome de política. Antes de irme a dormir, comía los mismos bombones que solíamos tomar de postre juntos y dormía abriendo tu lado de la cama.
Lavaba tu ropa, la secaba, la planchaba y ordenaba por color tu lado del placard. Almorzaba lo que te gustaba comer los viernes y a veces hasta terminaba las historias que habías comenzado a escribir pero no llegaste a terminar.
Cuando me sentía sola, me ocupaba de llenar tu espacio con almohadas y ver nuestra película favorita.
Pero un día en un papel... "Hace más de un año que falleció Hugo, ¿cuándo te vas a dar cuenta?".
Y entonces mi película y tu cine y la comida, las sábanas, la ropa y el placard, la política y los bombones... todas estas imágenes pasaban por mi mente... y se iban perdiendo. Te ibas perdiendo.

Evelyn Reggina.

lunes, 13 de septiembre de 2010

El sueño

Para ese entonces ya están dormidas. Se secan los miedos, se entalcan de paz y se van a dormir.
Entonces entran en la fase REM del sueño. Y van caminando por un bosque oscuro, muy oscuro, donde nada de lo que dicen puede ser escuchado. Y aparece el Alma de los que las rodean pero ya no están. Segundos después, se cae aquella a un pozo profundo. Pero sólo una de ellas puede salvarla. Entonces empieza a gritar... pero nadie la escucha. Patalea, llora y grita. Nadie escucha. Y las lágrimas se convierten en un polvo que la eleva y puede subir. Eran unos tres metros bajo tierra pero ella, con su pequeña altura, se sentía morir allí abajo.
Su compañera se lamenta por no haberla podido ayudar. En eso aparece una tercera, que anuncia que el mundo se va a terminar mañana. Lleva una serpiente en su cuello y corre hasta empujarlas a las dos al pozo.
Entonces les da miedo y dan vueltas hasta que se despiertan. Pero, para ese entonces, están tan concientes que no recuerdan nada. Y no pueden decirse que, por alguna extraña razón, las tres soñaban lo mismo.

ADJUNTO: Significado de los sueños:
-soñar con serpientes es presagio de problemas provocados por la mentira, el engaño y la traición.
-soñarse en la oscuridad durante un paseo significa confusión mental.
-soñarse cayendo a un pozo anuncia desgracias.

Evelyn Reggina.

Gracias (de él a ella o ella a él)

Y entonces te agradezco. Porque si vos no hubieras sido como fuiste conmigo, yo no podría ser lo que soy hoy. Y puedo darme una oportunidad.
Y crecer y creer, insistir y volver a sentir.
Gracias, porque de no haber sido por vos, que me cortaste las alas: hoy no podría volar con unas nuevas. Gracias por las huellas que duelen pero recuerdan que no voy a volver a caer. Gracias por todos los besos que a mí me negaste: pude almacenarlos y guardarlos para otra persona. Gracias por la cantidad de palabras horribles que usaste conmigo: ya sé que cortan... no las puedo usar con nadie. Y por último gracias por todo lo bueno que me llevo de vos, por toda la enseñanza que guardo y el deseo que llevo de que en un futuro, seas una persona mucho más creativa, maravillosa, sana y por sobre todo empática... que la que fuiste conmigo. Gracias... porque me asesinaste, pero ahora sé que YO soy quién puede revivirme.

Evelyn Reggina.

lunes, 6 de septiembre de 2010

Nunca es igual

Cuando creo que no se me ocurren ideas para escribir, una canción me dice mil palabras que generan pensamientos y entonces te mando un mensaje y me dispongo a llegar a casa y escribir.
¿Por qué nunca es igual? Separarse de un país, de una casa, de una persona, de un olor, de algo que nos dé vida... es un duelo.
Cuando volvemos a acercarnos a esa persona, a ese momento, a ese lugar: ya no es igual. Porque nada es estático. Todo se va transformando y nunca va a ser igual.
Lo que fue ya no es más y lo que ahora es ya no será. Las cosas nunca son como eran.
Porque todo crece, todo muta y todo suena. Quizás las situaciones sean las mismas, pero nosotros no y entonces ya no es igual.
Decía Heráclito: "Imposible bañarse dos veces en el mismo río. Ni el río trae la misma agua ni yo soy el mismo". No se puede explicar mejor.
No podemos agarrarnos de nuestro pasado, esperando volver o que vuelva... porque simplemente no es ni será igual. Todos los días falta una pieza diferente en el rompecabezas. Depende de quién nos rodeamos para ver quién coloca las piezas faltantes y es por eso que cada día tiene otro color.
Es cierto, el proceso siempre es el mismo: cae la oscuridad de la mano de la noche y luego sale el Sol... pero en esa oscuridad yo crecí; ahora soy diferente. Y nunca, pero nunca será igual.

Es todo por hoy...
Evelyn Reggina.

viernes, 3 de septiembre de 2010

Afuera: llueve.

En el asiento de atrás hay una mujer pelirroja, de nariz punteaguda y ojos verdes. Algunas pecas, saco marrón y ojos verdes. En su mano: un libro. "Veronika decide morir" de Paulo Coehlo. ¿Cómo había llegado una mujer de unos cincuentitantos a optar por esta literatura? Y por ahí, en sus ojos, en su pelo y en su rostro se logra ver su historia.
Lo amenazada que se vio en su adolescencia, la falta de respeto constante de sus hijos hacia ella y las arrugas de la compañera de oficina que le recomendó el libro. Lo lee sin atención y parece como si quisiera que el libro la ayudase. Entonces sube rápidamente la mirada hacía mí y no tengo otra opción que desviar la mía hacia la derecha.
Desde esta derecha, veo a una chica de unos quince años. Pelo largo, zapatillas Converse, jean y remera de marca. Sería un adolescente "tipo" que debe estar yendo a la Cultural Inglesa, mientras le manda mensajes de texto a su novio de turno explicándole cuánto lo quiere. Quizás minutos antes había discutido con su madre por cosas "tipo" como no ordenar su habitación. Y ésta, arrepentida por los gritos e insultos de más, la habría llamado pidiéndole perdón.
Y entonces sube otra persona. Un hombre de unos cuarenta años, bien vestido y con pinta de vendedor. En su llavero está el imán de una zapatería así que, si nos fijamos en sus zapatos perfectamente lustrados, podemos deducir que vende zapatos en una zapatería de la calle Jonte.
Él se dedica a mirar a la señora del fondo con el libro en la mano.
Quizás porque de las cinco personas que habían allí, era ella quién se acercaba más a su edad.
En el medio hay un muchacho de unos veintitantos. Sus anteojos y su simpleza al vestirse me dicen que es un estudiante, quizás de computación, o todo lo contrario. Su teléfono suena pero él no lo atiende.
Esto llama la atención a la señora, al hombre y a la chica, que miran esperando que atienda.
Él mira y se ríe, como descubriendo un chiste dentro suyo. Seguramente lo increíble de que casi nadie quiera comunicarse en el colectivo -ni siquiera para decir que atiendas el teléfono-, le causa una particular gracia.
Pero hay alguien sentado detrás suyo. Todavá no puedo definir su edad, pero aparenta unos treinta años. Quizás menos.
Tiene flores en su mano y no deja de llorar. no hace falta ver las lágrimas: con las flores caídas ya sabemos que alguien lo dejó y está haciendo su duelo. Por su expresión parece que éste va a durar meses, quizá un año. No creo que más que eso.
Su sweater celeste, azul en algunos sectores por las lágrimas y su jean limpio, con aspecto de nuevo, muestran que se había preparado para ver a alguien especial. Claramente lo habían dejado.
Y entonces la chica de las Converse lo mira y a él le da verguenza así que se voltea para el lado de la ventana y yo ya no puedo verlo.
¿Y yo? ¿Dónde estoy? En el colegio, con frío, habiendo terminado recién una prueba de inglés y soñando con un colectivo. Afuera: llueve.

Evelyn Reggina.

jueves, 2 de septiembre de 2010

Los miedos

Ana tiene miedo de esperar. Santiago no se quiere enamorar. Juana teme a las señales y Federico a las serpientes. Nicolás al compromiso, a las arañas, al color negro. Ricardo a envejecer, a los payasos, a cambiar. Natalia tiene miedo a la felicidad y Enrique teme no encontrarla nunca. Juan Cruz no se puede dormir: le tiene miedo a los recuerdos.
Evelyn tiene miedo de morir y Eugenia tiene miedo de sufrir. Pablo tiene miedo a ser papá y María le teme a cosas que nunca le van a pasar.
Luciano piensa y se aterra: no quiere ser como su papá. A Lautaro le asusta la sombra que se dibuja en su placard y Lucía no soporta la oscuridad.
Camila sufre desaprobar y Laura tiene miedo de que él no vuelva jamás.
Al agua, a las pastillas, a las alturas teme Claudia. Mientras que Soledad está condenada: le teme a la soledad. Augusto tiene miedo a tener miedo y Sofía tiene miedo a que le haga mal pensar.
Almendra le tiene miedo a las mariposas y al océano. Cuando nadie la ve, Sol le teme a sus padres, a sus gritos y a su educación del horror.
Jessica tiene pánico a dormir profundo mientras que Clara lleva días con insomnio por encontrar un monstruo en su armario.
Y entonces, un día, quizás sin saberlo... sus vidas quedan vinculadas. Ya no sienten más el miedo, porque se olvidan de él.
Y, por fin, logran entender que si los miedos se comparten: ya no son miedos. Entonces ellos, resignados, sólo se esfuman.

Evelyn Reggina.

miércoles, 1 de septiembre de 2010

Búsqueda

Marina camina desarreglada de un lado a oto mientras Emanuel la busca en la misma esquina de siempre.
A ella le gustaría experimentar la vida de una manera fácil y rápida. Él, en cambio, se preocupa por ser el mejor en lo que hace.
Entonces un día el destino los cruza, los enrieda y los funde.
Y se aman, se molestan, se quieren, se tocan, se huyen, se conocen, se encienden, se pierden, se buscan, se encuentran, se suceden, se besan, se sienten, se llenan, se completan, se unen, se abrazan y, luego... mueren.
Entonces ella llora y él huye, ella ama y él molesta. Él besa y ella siente. Ella lo piensa y él calla.
¿Cuándo deja de unirte a alguien el destino? ¿Cómo sabés, a través del silencio, que la persona te ama y va a volver? Marina nunca lo supo.
Y él volvió, pero nunca más la encontró. Y camina desarreglada de un lado a otro mientras un cartel la hace acordar bruscamente a Emanuel y él la busca en la misma esquina de siempre sin saber que la parte de ella que era suya... ya estaba muriendo.

Evelyn Reggina.