lunes, 6 de diciembre de 2010

Tres Segundos

Caminando por un asfalto que los zapatos de Victoria todavía no conocían, quizás perdiéndose en las luces que la molestaban haciéndole cerrar los ojos. La puerta de su casa abierta (ella ya corría) y Victoria gritando de miedo porque su madre nunca le recordó lo mucho que valía. ¿Podría un día cualquiera descubrirlo en la mirada de otros ojos con sus mismos miedos o se perdería en la oscuridad de la noche que hacía sustantivo su Soledad y le comía la cabeza de a pedazos?
Victoria nunca fue de larga meditación. Ella prefería el té con dos de azúcar, las tardes iluminadas por el Sol y los tres segundos antes de besar a alguien.
A veces dedicaba unos minutos a observar cómo las gotas de la lluvia caían y rebotaban en las hojas. Ella tampoco soportaba los susurros que a veces le impedían ser feliz.
No tenía color favorito y desayunaba todas las mañanas su cereal predilecto, mientras alimentaba a su gato que aún no tenía nombre.
Todo en la vida de Verónica resultaba normal... hasta que Emiliano la interrumpió en unos cuantos tres segundos. Entonces los tés ya se hacían cafés y las tardes eran más noches que otra cosa. Pero a veces hay que intentar respirar un nuevo aire si se quiere ser feliz. Y ella, que jamás dejó de buscar su felicidad en los frascos de galletitas o en los buzones de casas ajenas, se encontraba perdida en la ciudad de Montmartre (tal vez debajo de algún techo cubriéndola de la lluvia) y su alma gritando de alegría.
Sucede de repente, en sólo tres segundos... ¡tres malditos segundos! Una persona cualquiera, sí, la menos esperada... aparece para dejarte marcada. Y si sos una Verónica cualquiera no te vas a negar (y mirá que en Francia existen muchísimas Verónicas).
Entonces ring o toc toc y ya está él tiñéndose en su sangre, purificándole los pulmones, volviéndose indispensable. Y el rock o la música clásica (que no eran más que temas de conversación para cuando no se besaban) más las sábanas, los tragos, el miedo, los gritos y toda esa magia a la que algunos llaman amor.
Pero Emiliano no buscaba su completud. Emiliano estaba harto de su Soledad y sólo se consolaba en donde podía.
Quizás por una cuestión de tiempo y de lugar, Verónica ahora estaba caminando (o corriendo) por una calle desconocida en la que sus lágrimas caían desesperadamente y la cegaban de una realidad que no podía (ni quería) ver. Él la había dejado. Sin encontrar respuestas ni verdades corrió hasta caerse. Lo último que su cabeza escuchó fue un fuerte ruido similar a una bocina. Su corazón tardó tres segundos más en morir... quizás los mismos tres segundos restantes en los que Emiliano se despertaría, en su pijama color beige, para salir a ver el Sol.

Evelyn Reggina.

4 comentarios:

  1. Lo que escribis es increible, y lo quiero ver en un libro.

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  2. Coincido con el comentario de arriba.

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  3. Muy bueno Me.. como todo lo que escribís, posta que hay algunos terribles ( obviamente para bien).
    Se te extraña nena...
    Beso grande.
    Prece.

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  4. Tres preguntas,¿se llamaba Victoria Veronica?¿o al principio del relato Veronica estaba usando los zapatos de alguna Victoria?¿Es Veronika, la amiga, o Veronika la protagonista? :P

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