domingo, 1 de mayo de 2011

Soledad y las historias de una mujer cualquiera

Capítulo III: Benjamín.

Quizás si hubiera callado cinco minutos más hoy estarías acá... relatándome tonterías, cantándome otras; o simplemente callando a mi lado. Pero no. ¿Será por eso que no te gustaba mi nombre?
La Soledad se vuelve el peor enemigo de alguien en invierno. El peor enemigo si aún extrañás el perfume natural de alguien, si aún necesitas chocolate para poder sonreír y si cualquier cosa te hace llorar.
"Eran tiempos difíciles", dijiste. Pero mis tiempos son más difíciles sin vos. Y todavía no estás.

No sé bien por qué pero todas las luces de Buenos Aires se fueron apagando. Y yo me apagaba con ellas. Uno de esos días me pareció verte cerca del último bar donde te vi cantar. Pero no. Todavía no sé bien si eras vos o era yo la que estaba equivocada... pero puedo recordar que en esa época no te gustaban las frases cliché excepto una: "Nada es para siempre". Y hoy... hoy es esa maldita frase la que termina de destruirme. Ya no me queda nada más que una carta y un encendedor que te pertenece, pero la carta nunca termina de convencerme; y el encendedor... El encendedor lo necesito para alumbrar la oscuridad que soy sin Vos (o para tener algo que nunca me haga olvidar que un día fuimos luz).

Se llamaba Benjamín, tomaba té y no le gustaba el café. Se llamaba Benjamín y sólo usaba medias de color azul. Se llamaba Benjamín, pero olía a olvido. Y me olvidó...

Evelyn Reggina.

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