jueves, 30 de diciembre de 2010

Fin;

Si bien es cierto que un sentimiento se expande en muchísimo más que la simple manía de combinar todas y cada una de las fuentes para lograr el resultado esperado, en revisar palabras irrelevantes para prevenir la más mala reacción, en tratar de burlarse de los miedos para poder desmantelar el alma en un papel, en ese abrir y cerrar de ojos que te asegura -dentro tuyo- que nadie podría hacerlo por vos y en las miles de melodías que a veces, cuando uno no está pensando en nada demasiado concreto, invaden la mente para plantar árboles; hoy se me hace indispensable darle un fin -quizás simbólico- a una de las etapas más hermosas de mi vida.


Porque después de desvelos, después de noches donde no encontrás consuelo, después de miles de preguntas que se van perdiendo en algún hemisferio del cerebro y después de todas las personas con las que te conformas, desquitas y enfermas para tratar olvidar a alguien; recién en ese momento: llega el crecimiento. Es cierto que el libro, al igual que la canción o cualquier material artístico y sensible, quizá pueden plasmar este sentimiento de alguna manera pero es más que claro que la propia experiencia, el propio dolor y el propio placer son los que hacen de uno, una persona más completa (y hasta tal vez más entera). Los sentidos van y vuelven, la gracia es vivir para encontrarlos.


Yo me preocupo por ya no esperar nada de la vida. Porque una vez, algún material sensible me susurró: “No esperes nada de la vida y todo tendrás ”. Y yo; la chica del sombrero, Cielo algunas tardes de soledad y encuentros conmigo misma, Evelyn para los corrientes, Meme para los cariños, Reggina para preferirme y Srita. Decepción cuando me dejo morir: por fin entendí la frase.


En la vida, supongo que sólo hay un amor que te marca para siempre. Todavía no terminé mi vida, pero hoy puedo decir que ese amor sos vos. Son esos amores que te arrancan cuerpo y alma y se llevan un pedacito de vos con ellos. Son los únicos, los que sólo pasan una vez. Los que hacen que todo se vea tan real, que asuste y quieras llorar, escaparte, hundirte, y gritar de placer a la vez.


Y si bien es cierto que una mañana cualquiera, sin premeditarlo, te despertás sintiendo que esa parte vacía ya se llenó de frases, de chocolate, de locura, de música, de puros yos reclamando su espacio: ese amor sigue en vos. Cambió de lugar en la memoria, en el alma, en el corazón. Ya no duele, ya no queja. Ya no espera, ya no siente, ya no dice. Y hasta a veces ya no es. Pero no te olvida... nunca.


Como siempre, en cada una de las partes de este regalo, te recuerdo: que seas muy feliz. Que disfrutes del placer de estar solo, de estar triste. Que extrañes hasta los más mínimos detalles. El hoy está acá: somos todo lo que habita nuestro corazón. Y es por eso que nuevamente, no queda más que sonreír.



Te regala su sonrisa en este papel (desde el ángulo que te haya gustado más mirarla, porque esas son cosas que inusualmente uno comenta) con toda la inocencia con la que algún día te pedí que no me dejes nunca;


Evelyn Reggina.


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