miércoles, 8 de diciembre de 2010

Jorge

Una taza de café. Cuarenta y cinco años. Tres hilos en su pantalón. Dos hijos. Un televisor en el living. La heladera. El televisor que se prende en la cocina. Su esposa Claudia. Cheques a cobrar. Miles de expensas por pagar. "Pá, ¿me das plata?". Un sueño. Tres cucharitas de té. El escritorio, las hojas, un libro virgen de lectura. Recordatorios, compromisos. Cuatro lápices sin punta. Ningún sacapuntas. La hora del almuerzo. Su secretaria. Su auto, el teléfono. Un maletín. El noticiero de las ocho, comida recalentada. Revistas, un diario de domingo, dos biromes. Una vela, dos velas, tres fuegos. Un equipo de fútbol, su cepillo de dientes. El boxer que le regalaron para Navidad. El mes de febrero. Su programa favorito en la tele, el asado de los domingos.
Su madre acá y su padre allá. La alfombra, un florero y el control remoto de un avión que tenía de chico. La computadora, la estufa, la mesa. El celular que suena, clientes inaguantables. Una naranja, una almohada. Sus camisas y sus corbatas. El vaso de agua, el mate y a veces hasta vino.
Quince mil kilómetros, un documento importante, una hipoteca. Su juego de mesa favorito, el jabón con el que se lava antes de ir a trabajar. El ruido del lavarropas, el perfume a bebé. Una cama matrimonial, sábanas que más que agradar... le desagradan y el porcentaje de su salario anual.
El banco, la cajera, su casa, sus puertas, el auto, el ruido del motor a la mañana, los chicos, los pedidos, la plata que nunca le sobra y entre tanta rutina: mucha, pero mucha... Soledad.

Evelyn Reggina.

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