martes, 4 de enero de 2011

Y Viceversa

Unas voces le impedían continuar su lectura. Y de repente el número setenta y ocho de alguna página se despegaba y caminaba hasta desaparecer. Pero esto ocurría sólo cuando ella miraba de rehojo; de otra manera no podría el número escaparse con tanta simetría y algo de eso -quizá perdido- llamado seguridad.
Lo cierto es que si ella fijaba su mirada en la curva de aquel elegante, y no por ello cordial ocho, éste permanecía intacto, en su mismo centro, conservando total latitud.
Y luego vacilaba pensando en lo absurdo que suena haber viajado hacia arriba y hacia abajo en ascensor numerosas veces conversando todas y cada una de ellas del clima (entiéndase el calor que hace afuera o es muy probable que llueva más tarde).
Su cabeza muchas veces reaccionaba y comprendía lo mágico -o quizás lo trágico- (palabras con igual resonancia pero transparente es la diferencia entre sus significados) de relacionarte con mucha gente un día de Sol. Todos van para el mismo lugar.
Cecilia, harta de los caprichos de su madre, estilaba redundar en los detalles. Y allí, sentada en una sala de espera de paredes blancas, se preguntaba de qué viviría la chica que preguntaba nombre y apellido desde un escritorio. Quizás por su lenta forma de caminar, en su familia jamás habían existido fuertes discusiones. ¿O acaso su pelo largo, que parecía ser suave y brillante, translucía su alta autoestima y cuidado por ella misma?
La camisa blanca que llevaba podía descubrir que ella era un alma elegante, ubicada y respetuosa. Sin embargo, su mirada cansada no expresaba lo mismo.
De su cartera salía un folleto de la próxima opéra. Tal vez llegó ahí por casualidad o tal vez realmente le gustaba y teníamos aquí a una fanática.
Y ahora ella, que se ríe de conversar diez veces del clima en el ascensor, que usa anteojos y pregunta nombres y apellidos; se encuentra detrás de un escritorio, observando a una muchacha que la examina, concentrada, desde alguna silla de la sala de espera, e intenta descubrir qué pensará aquella joven con tan sólo mirarla fijo... pero no puede.

Evelyn Reggina.

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