martes, 2 de noviembre de 2010

Ana en Soledad

Cada vez que suena el despertador, Ana desea regresar tres años atrás. No se da cuenta que cada día que pasa, es un día más que se suma a esos tres años de entera soledad. Soledad que a veces la aprieta y otras sólo la sume a una fusión que la recorre: a veces quieta, a veces hambrienta... pero nunca intensamente en paz. Y eso es lo que ella busca, entre lágrimas, encontrar.
Hasta que un día alguien se recuesta en su hombro, esperando verla sonreír. Y la acaricia mientras ella se enciende y estudia cada gesto que sale de su rostro. Entonces comienzan a amarse. Y Ana ya no llora. Ana aprendió a reír. Ana espera que todos los días su suerte cambie con un olor en particular. Ya tiene un Alma a la cual cuidar y sanar. ¿Qué más puede pedir? Ya su cielo tiene color y sus pasos van siendo música porque ya no está sola. Aora puede descubrirse cada vez que alguien le dice lo hermosa que es. Puede quererse, puede apreciarse y puede gustarse. Hoy el mundo le vuelve a dar motivos para reír, para proyectarse, para disfrutar. Hoy su alrededor explota de un amor que hace latir su corazón, mientras alguien le besa la mejilla.
Y entonces suena el despertador. Ella mira a su alrededor. Vacío. Un enorme vacío que, desgraciadamente, sólo en sueños podría llenarse.
Adolfo ya no estaba... y la parte de la cama que le correspondía, seguiría sin arrugas.

Evelyn Reggina.

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